Song to Song (Íd., 2017): de pecadores y redención. La felicidad está en la sencillez. Sólo es tarde si tú así lo quieres.
“You leave people for the same reason that attracted you in the first place”
Mi amor (Mon roi, Maïwenn, 2015)
En Knight of Cups (Íd., 2015) el protagonista buscaba el sentido de la vida. Un propósito para seguir adelante, una reconciliación consigo mismo. En To the Wonder (Íd., 2012), sin ser plenamente consciente de ello, el personaje principal buscaba el sentido del amor. Hacia otro ser humano, hacia Dios… incluso hacia sí mismo. Con Song to Song Malick sigue buceando, creando un espacio equidistante entre los objetivos de estos sus anteriores dos films y encontrando los caminos que entrecruzan deseo y cariño, obsesión y razón de ser. Sexo y amor. Autodestrucción y redención.
Antes de comenzar… la originalidad de Malick en Song to Song: una trilogía infravalorada
No hay que dejarse engañar por la nota de imdb en Song to Song. Quizá muchos esperaban más con el reparto estelar de actores. Quizá los que esperaban más no son seguidores de la filmografía del director, sino de sus actores. Y quizá en su momento también infravaloramos el producto (que no llegó ni a cines ni a edición doméstica en España, y no se encuentra tampoco en VOD aún) al no variar en absoluto su puesta en escena. Pero es que Malick no quería diferenciarse. Su sello autoral es una marca. Song to Song es tan extensión de Knight of Cups y To the Wonder que se habla de trilogía por lo que el formato, el tratamiento no lineal de una historia que debe conformarse como si de un puzzle se tratase. Pero el fundamento es común, y coherente. Porque la vida es tan poco lineal como nuestros pensamientos, por mucho que queramos conceder que el tiempo que la hace avanzar sí lo es. El gran angular, los primeros planos deformados de sus protagonistas con piscinas y orgías de fondo, una fotografía que destaca en cada plano el elemento, muchas veces simbólico, que es necesario destacar, la banda sonora, aquí a caballo entre coros religiosos y el rock más alternativo, en clara sintonía con la dicotomía mental y temporal del ser humano, el montaje que lleva del presente a varios pasados, encadenados de forma que sea imposible definir exactamente el momento lineal al que hacen referencia… el estilo de la trilogía es único y continuista en el director. El formato sume al espectador en un trance que le hace conectar con su yo más espiritual. El cierre de cada uno de los films de la trilogía nos lleva a la melancolía, pero también a la valentía de enfrentarnos a nosotros mismos para cambiar lo que parece ser un destino ya decidido. La originalidad de Malick se encuentra en el conjunto de la trilogía, y de su filmografía. Y no decepcionó, tampoco, en su vuelta de 2019: Vida oculta.
Que Malick buscaba continuar con su reflexión queda patente en el momento en el que sabemos que Song to Song fue filmada a la vez de Knight of Cups, construyendo un complemento perfecto a la profunda introspección de un “viajero”, un ser humano que ha alcanzado el bienestar y ya no es capaz de redefinir su propia pasión por la vida (obviemos que no se trata del humano medio, pero sí el más cercano a la sociedad en la que vive el director, y muchos de sus potenciales seguidores). Un complemento necesario para navegar entre las dudas y emociones de una de las obsesiones del director: la relevancia del amor en nuestra existencia. De esta forma, el guionista cambia a músico, la falsedad de la escena, de la vida que creemos debemos llevar, a la naturalidad de expresarse dejándose llevar, siendo nosotros mismos, libres y solitarios bailando al son de una vida en la que estamos rodeados de otros que simplemente nos sirven de acompañamiento hacia nuestro placer; el agente a productor, tomando el protagonismo necesario para mostrar las dos caras, imagen y reflejo del sentimiento y su poder. Y las mujeres que pasan por sus vidas ya no son meros instrumentos que ilustran sus dudas.
Muerte o salvación. El mal o el bien. Pecadores o redentores. ¿Hacia quién debemos dirigir nuestra culpa?
La búsqueda de aire
“Quería experimentar. Experimentar es mejor que no tener ninguna experiencia. Quería vivir. Cantar mi canción.”
Aunque coral, el peso del film lo llevará Faye (Rooney Mara), una chica que se ha visto arrastrada a una vida sórdida y sin rumbo, al igual que el Rick del film complementario Knight of Cups. Seguiremos a Faye como lo hicimos con éste: la observaremos en su apartamento, sola o en compañía; en su vida social, ya sea en fiestas o en conciertos. Nos daremos cuenta de que vaga por la vida, que no tiene ilusión. La voz en off de la chica ratifica lo que las imágenes ya han mostrado al espectador: sus movimientos entre el backstage, su respuesta a las lascivas acaricias de su acompañante, el productor Cook (Michael Fassbender) que explora al máximo todos los beneficios personales que puede ofrecerle un status social que se antoja ha perseguido durante mucho tiempo… todo en Faye es lentitud, es superficialidad. Está, pero no está. Vive, pero no siente.
Ella dice que quiere experimentar. Lógico: ha estado ligada a Cook desde que era adolescente. Él no la dejó crecer. La atrapó en su propia indecisión en un momento en el que ella simplemente podía hacer lo que tocaba: admirarle.
“- ¿Desde cuándo le conoces?
– No lo sé… era su recepcionista. ”
Pasan los años, y la madurez remueve los cimientos que se creían verdades absolutas. Pasan los años… y hay que reflexionar. Para evitar la destrucción. La autodestrucción.
Y el detonante es el primer encuentro con BV (Ryan Gosling).
BV, todo candor. Tímido pero auténtico. Atento y complaciente.
“Seguro que hay un novio, ¿cómo se llama? Puedes mentirme, di lo que quieras.”
“Te mentí”.
Cook, todo egoísmo. Extrovertido y pícaro. Ayuda si obtiene algo a cambio a corto plazo.
“Tengo una belleza en mi vida que me hace feo.”
“Creía que él iba a ayudarme.”
Volvemos a la comparativa de personajes.
Malick les hace coincidir en una fiesta del gremio y se hacen amigos casi al instante. Hermanos. No es baladí: todos somos una mezcla de carácter, y nos sentimos atraídos por el que menos domina en nosotros. Cook mostrará a BV los beneficios de la vida desde una perspectiva que le atrapará inicialmente, y BV demostrará después a Cook que la integridad es uno de los mejores valores que pueden tenerse. Una enseñanza que Cook aprenderá tarde. Demasiado tarde.
Cook de oscuro, BV con tonos claros… ángel y demonio son personificados de forma evidente por Malick pero éste, como siempre, no puede polarizar su enseñanza. Porque el diablo antes fue ángel, y el ángel… puede no ser tan puro en la Tierra. Así que se encarga de mitigar esa diferenciación extrema a medida que avanzan los recuerdos de Faye (no en vano también asimila sus prendas en los momentos más confusos de su personalidad), con la que, por cierto, también juega en cuanto a su imagen: pelucas y estilos definen su falta de identidad, hasta que deja atrás tanto disfraz para presentarse con la naturalidad que acaba abrazando….
Unos recuerdos tan desordenados como su propio deseo, hasta tal punto que el espectador llega a perderse. ¿Cuándo decidió dejar a BV? Cuando el miedo a haber encontrado la estabilidad es más fuerte que el deseo de encontrarla, pero… ¿volvió repetidamente Faye con Cook?
“- Tenemos que hablar.
– Lo sé.
– Le amo.
– Claro que sí. Dilo otra vez.
– ¿El qué? No quiero hacer esto más. Quiero irme.
– Pues vete.”
Quizá sí. Quizá sólo en sus pensamientos, cuando sentirse tan feliz la asusta más que el temor a no salir de la espiral de pecado en la que se ve sometida por Cook.
Faye se encuentra entre dos hombres que la atraen hasta el nivel de no poder abandonar ni a uno ni a otro, al menos hasta que no decida tomar las riendas de su propia vida, esto es, descubrirse a sí misma, y sus intereses. ¿Qué la hace feliz?
“Siempre tuve miedo de ser yo misma.”
La materialización del verdadero deseo
Los padres de Faye y BV son el contrapunto, igual que en la historia de Rick en Knight of Cups, a los pensamientos de sus protagonistas. Las voces de la conciencia, la experiencia del que quiere ayudar a su prole para que sea feliz sin cometer los errores que ellos sí cometieron. Los padres de Cook no tienen presencia en el film. Lógico: él no está en proceso de instrospección. Cree ser feliz con esa realidad que ha creado alrededor de su figura.
En esta parte del film es Cook el que nos atrapa con sus decisiones, aunque siga en segundo plano:
La felicidad de Faye con BV le hace buscar una salida. Un pensamiento que no se concederá ni a sí mismo, pero es relevante en el film: cuando conoce a Rhonda (Natalie Portman) en la cafetería, la convierte en su nuevo juguete, en la sustitución de una Faye cada vez mas alejada de él y sus fantasías.
Entonces: Malick demuestra lo similares que son todos los personajes. Cook está tan perdido como Faye, pero ha encontrado el refugio a su soledad poniéndose la máscara del más descarado. La depravación sexual es su autoimposición a ser castigado. Un castigo al que arrastra a todos los que le rodean, si éstos son tan débiles como él.
“Intenté estar calmado para parecer más frío.”
“Tu vieja novia… ¿tenías que ir detrás de ella? ¿Fue por mí?”
Rhonda caerá en una espiral de la que no sabrá salir hasta que, como el resto, sea consciente de cuál es su salida.
Algunas personas no somos tan fuertes como Faye. Rhonda se convierte, también, en el reflejo oscuro de la que no es capaz de sobreponerse a sus propias decisiones.
“Él jugaba con el sexo, lo hacia barato.”
Pero volvamos a Faye y BV.
“¿Quién soy? Enseño pisos, paseo perros…. Vivir canción en canción, de beso a beso.”
“Amo tu alma.”
“¿Puedes ver mi alma?”
Malick consigue plasmar todas las fases de una relación, desde la atracción física y la conexión intelectual hasta el ¿inevitable? declive del amor mostrando a los personajes en situaciones cotidianas y diálogos simples. La vida fluye entre concierto y concierto, la felicidad les embarga hasta que es la misma que destruye lo conseguido al no estar preparados, ninguno de los dos, para dejar que entre en sus vidas. El distanciamiento es tan cercano al espectador que le es imposible no comprender el porqué de las dudas y separación… aunque se amen tanto.
“Lo olvidé todo. Nunca supe que tenía un alma. La palabra me hacia sentir vergüenza.”
Y, como muchos de nosotros… dejan entrar a otras personas en sus vidas… simplemente para darse cuenta de lo que han dejado escapar.
En el caso de BV Malick aprovecha a incluir el elemento de la crisis de los cuarenta, ¿sermoneando? en cuanto a la relación en una pareja con una diferencia de edad importante. En el caso de Faye, abre sus miras a dejar que también pruebe con la homosexualidad… ¿Cuál es la visión de Malick al respecto? En verdad parece que censure la búsqueda de la felicidad en alguien del mismo sexo, o en alguien mayor. A la mujer que pasa un tiempo con Faye la caracteriza de provocativa; a la mujer madura de BV la devuelve a su amargura tras ser rechazada por la madre del chico (y por éste tras dar demasiado peso a las palabras de su propia madre…). El pasaje se presenta extraño, con los dos, Faye y BV, volviendo a sus recuerdos; con los dos intentando avanzar hacia un destino que Malick no considera predeterminado pero sí único…. La confusión se cierne especialmente en el montaje: el espectador, al igual que los protagonistas, no reconoce el momento temporal. Es, literalmente, la plasmación en imágenes de la confusión mental a la que nos llevan las relaciones humanas.
Autodestrucción o redención
“Olvidé quién soy, de quién soy. Estás tan lejos, moriré si no vuelves pronto. No quiero ver los pájaros en el cielo porque te echo de menos, porque los veíamos juntos. Ven. Sálvame de mi mal corazón.”
“Mamá, tengo miedo de mi misma.”
El último tercio del film le sirve a Malick para reivindicar, una vez más, la relevancia de la fe.
Cook, que se revela como el pobre diablo que busca consuelo a su desdicha en el sexo y el dinero, finaliza sus escenas arrastrándose por el suelo de la iglesia a la que nunca había acompañado a su mujer, Rhonda.
Rhonda, que abraza la fe en el momento que comienza a desesperarse por la dirección que ha tomado.
Rhonda, que decide entregarse a Dios antes que intentar volver a remontar su vida.
¿Es a veces ya tarde para dar marcha atrás? Quizá sí. Sí para Rhonda, y para Cook. Sí si tus decisiones te sobrepasan.
Pero en verdad… sólo es tarde si tu quieres.
BV y Faye se reencuentran. Se cuestionan…
“- ¿Quien era la chica con la que te vi?
– No era una chica, era una mujer.”
– ¿Era tu novia?– Sí.”
“- ¿Estabas enamorado?
– Sí, en su momento.”
… pero desde la alegría del que sabe que ha llegado al fin de la aventura.
“Me gustaría volver atrás cada herida, cada duda. (…) Era como un nuevo Paraíso. El perdón. No dejaré de quererte. No creo que pueda.”
Nunca reconocemos el amor perfecto cuando llega. Pero el problema es no dar un paso atrás.
La felicidad está en la sencillez. Rehacer los pasos, reconectar con los tuyos, reconocerte en tu pasado, en tu tierra. En tu lugar.
BV se olvida de su carrera de músico. En verdad nunca fue su sueño. Vuelve a su pueblo natal y reconstruye su vida. Le pide a ella que le acompañe. Desde la humildad, desde la esperanza.
“Me preguntaste si yo también quería venir. Nunca he estado en el oeste antes. Iré a buscarte. Querías volver a una vida simple. Yo quiero lo mismo. No quiero que nada se interponga entre nosotros, nunca.”
Imágenes de la ciudad en la que ella se quedó, de recordarse juntos en la montaña, en el estanque. El agua, como en todos sus films, ha estado muy presente en Song to Song, pero aquí él la bautiza. Es el apoteósicamente sencillo cierre de una historia de redención, de renacimiento, que se muestra casi como cruel contrapunto al “renacer” de Rhonda, y caída de Cook.
Reconocer, por fin, la felicidad. En uno mismo. En el otro. “Esto. Sólo esto”. Y, en verdad… ¿hace falta más?
TRAILER – Song to Song (Íd., Terrence Malick, 2017):