Knight of Cups (#Malick7)

Knight of Cups (Íd., 2015): el sentido de nuestra vida

 

“Se puede ignorar el sonido durante mucho tiempo, pero luego un tictac instantáneo puede recrear en la mente intacta el largo desfilar del tiempo que no se ha oído.” 
Extracto de ‘El ruido y la furia’ (William Faulkner, 1929) 

 

“Los productores recomiendan, para una mejor experiencia audiovisual, reproducir con el volumen alto”. Así reza el aviso previo al inicio del film en el blu ray (alemán. En España el film no se estrenó, ni se editó, privando al público de un nuevo film, muy superior, del particular director). No sorprende el aviso como tal, El árbol de la vida o To the Wonder ya son films en los que la banda sonora cobra excelso protagonismo al acompañar a las imágenes de la siempre invitación a reflexionar de Malick, pero permite estar mucho más atento al uso de la música, diegética y extradiégentica. A la música, y a los sonidos. A los sonidos de la naturaleza, al ruido de los coches que atraviesan la autopista, al crepitar de la arena bajo los pies desnudos. El aviso confirma que la frase de Faulkner que abre este texto, y que se viene a la cabeza instantáneamente al leerlo, es universal para todo aquél que, como el protagonista de esta Knight of Cups, se ha perdido en su abundancia (léase apalancamiento, conformidad), y debe parar, y escuchar. Al mundo, a los demás… a sí mismo. Percatarse de lo verdaderamente importante. Ser consciente, y agradecido, por lo que nos rodea.

Agradecido. Feliz. Aquí una novedad en los films del director, una “rotura mental” para el que se halla preparado a reflexionar, incluso a sufrir, por verse predispuesto a sentirse identificado con el protagonista: con la imagen en negro, un narrador introduce el título del relato de John Bunyan que pronto sabremos Malick ha adaptado en su Knight of Cups: “El progreso del peregrino desde este mundo al venidero, mostrado como un sueño, en donde se descubre la forma de su partida, su peligroso viaje y su llegada segura al País Deseado”.

Muy bien. Así que sabemos que se trata de un viaje, y que llegará, llegaremos, en perfectas condiciones al final. ¿Es bueno saberlo de antemano? Quizá sí para relajar nuestra mente y dejarnos llevar a las profundidades de la de un protagonista que nos representa, sea cual sea nuestro momento vital. Quizá no, para no vernos tentados a desvincularnos cuando las imágenes y pensamientos nos escuezan.

Imágenes y pensamientos para la necesaria introspección de y hacia cada uno de nosotros.

 

Él, Rick: el viaje. Realidad. Fantasía. Elecciones.

 

 

Perdido, buscando agua en el desierto de Mojave. Así encontramos a Rick.

Agua. Vida, creación, purificación, renovación. El agua no falta en los films de Malick, pero en este se hace mucho más presente, intercalando su presencia en momentos siempre clave del avance espiritual del protagonista.

La imagen rápidamente nos lleva al Jack de El árbol de la vida. La conexión no es gratuita, pronto sabremos por qué: dos hermanos que han perdido a otro. No hace falta explicar cómo. No hace falta saber más. La pérdida vuelve a estar presente en Malick, formando parte de la vida, y de cómo continuamos con ella. En este caso, de cómo Rick ha continuado con ella. El desierto y la búsqueda de la verdad interior… las imágenes no son reales físicamente, pero sí espiritualmente. Las tentaciones acechan en el desierto, pero hay que saber esquivarlas…

El desierto da paso a Rick en su coche, a Rick de nuevo en el desierto, a las auroras boreales, a la superficie de la Tierra…. Todo está conectado. Malick lo dejará aquí. Ya explicó cómo en El árbol de la vida. Ahora, como en To the Wonder, toca acercarnos a nuestros comportamientos de forma mucho más íntima.  Y si allá se centraba en cómo encaramos la pérdida de la fe, en el amor hacia uno mismo y hacia la Naturaleza… aquí necesita indagar en cómo encauzar nuestros propósitos cuando las tentaciones de lo que nos rodea nos hacen perder el aprecio por la vida, y nuestro rol en la Tierra.

La voz de su padre, en off, se hace presente: la figura que marca su vida y la de su hermano le recuerda cómo le recitaba los versos de ‘El Himno de la Perla’, el himno del alma. La fe entra ya en acción, envuelta más que nunca en espiritualidad universal:

El Himno, poema asociado a los primeros siglos el cristianismo, se asemeja a la parábola del hijo pródigo: los poderosos Reyes envían a su hijo en búsqueda de una hermosa perla custodiada por una serpiente en el lejano Egipto. Al llegar allá intenta no mezclarse con sus habitantes y sus pecaminosas conductas, pero es descubierto y engañado, acabando bebiendo y comiendo de los alimentos ofrecidos por éstos que le hacen caer en un profundo sueño y olvidar su misión…

 

 

La voz en off del padre se acompaña de imágenes de Rick borracho en orgías de sexo, alcohol y drogas. El hijo pródigo se ha perdido, ha olvidado las enseñanzas de un padre que no duda en recordar que él también fue así en su juventud… y quizá aún ahora:

 

“Hijo, eres igual que yo. No imaginas como va a ser tu vida, no puedes juntar sus piezas. Igual que yo.”

 

Un terremoto le “despierta”, física y mentalmente. Malick utiliza el símbolo para que su protagonista comience a mirar a su alrededor de otra forma. Sale del piso, camina por una calle con tuberías de agua rotas y maceteros caídos forzosamente en mitad de la calzada. Rick se agacha, toca el suelo, mira hacia arriba…

 

“¿Qué he hecho mal?”

 

Así comienza su viaje. Así comienza su despertar. Y así se introducen los distintos capítulos con nombre de cartas del Tarot.

 

Ellos, los personajes del tarot: los guías y sus enseñanzas. Aprendizajes.

 

Cada capítulo pondrá el énfasis en una persona que se cruza en su vida, y en una forma de ser. Él los acompaña, se nutre de su sabiduría, y se queda con lo mejor de ellos para comprender su propia vida. Como el peregrino de la novela de John Bunyan.

Cada capítulo es una carta del Tarot con pleno significado. Cada capítulo, también, pone énfasis a cada relato, a cada pareja, con una espléndida melodía obra de Hanan Townshend, que sobrevuela libre sobre las imágenes, y que se identifica claramente con las que son reales y las que proceden de la fantasía o profundos pensamientos el propio Rick (novedad en el cine de Malick, por cierto, el recrear en imágenes abiertamente el mundo interior, onírico, del protagonista de su relato/sermón).

Y cada carta, por supuesto, es de relevancia clave para el correcto avance en el sendero de la búsqueda interior del protagonista.

Rick es el Caballo de copas, carta que se lee como invitación a conocer un mundo lleno de propuestas que está esperando a ser descubierto. El caballero está estático, por lo que recibe con recelo los ofrecimientos. Es necesario acompañarle.

 

La Luna

 

El viaje de Rick debe comenzar con la necesidad de querer recorrerlo, y por eso la Luna, representada por su aventura con una joven vivaz, cambiante, y quizá no del todo sincera consigo misma o con los demás, es el punto de partida. Porque el caballero necesita ser empujado a la búsqueda de la Perla. A la búsqueda de su alma…

Se conocen en una cafetería y en seguida van al piso de él para mantener relaciones.

 

“Vamos a vivir como nadie lo ha hecho nunca. Perversa y valientemente.”

 

 

Él la observa asombrado, embrujado. Su relación dura poco (“¿puedo ir?”, la llama él. “Acabamos de dejarnos”, responde ella), pero es intensa, y todo un revulsivo para el chico que sabe debe alejarse de sus deseos de mirar hacia otro lado y seguir hundiéndose en su propia miseria (así valorada por él, porque lo que vemos desde fuera es un hombre rico, con muy buena posición social… pero, ¿qué es el éxito, t-e-n-e-r éxito? Esa es la gran clave.. )

Ella accede a volver a encontrarse:

 

“Creo que eres débil. No quieres amor, quieres una experiencia amorosa.”

 

“¿Te estoy devolviendo a la vida?”, le dice ella en la cama. La cámara recoge la mirada sorprendida de él. “Ama y haz lo que quieras”, responde ella de nuevo. “No vuelvas a estar muerto”. Y corte a él caminando al borde de un precipicio. A él entrando a una casa de adivinadoras del futuro. “¿Cuándo te encontraré?”, piensa mientras le tiran las cartas. Una chica rubia en el mar. Angelical. “¿Qué camino he de seguir?”. La bahía, él caminando, de nuevo las cartas… “¿Y si al final no hay nada para mí?”

La chica rubia haciendo espirales en la arena del mar. Él en el coche, él mirando hacia los rascacielos fríos y distantes…

 

“¿Cómo comienzo?”

 

El colgado

 

Se empieza por el principio. Por enfrentarse al pasado y reconocer los errores.

Se empieza por reencontrarse con un hermano que también ha perdido el camino, y que al que él dejó de ayudar.

 

Amé a mi hermano entonces. También le odié. Por destruir todo lo que yo había intentado hacer, querer reconstruirnos  tras la muerte de Billy”

 

 

 

Un apunte aquí de algo que será cada vez más notorio e importante en el film: en Knight of Cups hay que ser muy conscientes del uso de la voz en off y de las palabras que llegan a pronunciarse, o que se convierten en silencios. Tampoco es nuevo, recordemos ya La delgada línea roja, y la superposición de los pensamientos de los soldados, muy humanos, muy contrarios a la violencia de la guerra y los actos que debían acometer. No obstante, aquí el objetivo es distinto: estamos acostumbrados a guardarnos nuestros verdaderos sentimientos, incluso teniendo la oportunidad de abrirnos a los demás. Rick no comparte nada con su hermano, se limita a estar junto a él, porque lo necesita. Los dos lo necesitan. Sigue siendo distante, camina delante de él, no le toca. No es capaz de perdonar, ni de ser perdonado.

Aún no está preparado.

Con su hermano pasean por un barrio pobre, como si Rick volviese a sus orígenes, como si Malick quisiera recordar(nos) que somos unos privilegiados que no estamos ayudando a los más necesitados, que debemos sentirnos parte de un todo. Esta segunda lectura queda un tanto postiza a lo largo del film (más desde la perspectiva de las enormes mansiones, más desde lo poco creíble, en varios momentos del film, de mostrar a un reflexivo Rick arrodillándose pensativo ante vagabundos), pero es incuestionable que el director quiere ofrecer este contrapunto para revolvernos por dentro. Quizá sea el único objetivo fallido de toda la película: el snobismo de la imagen se superpone al sentimiento de ayuda.

El hermano le lleva a su piso ocupado encima de una fábrica (¿ilegal?) de hispanos. “Enséñame cómo se vive una vida normal”, le dice. Juegan, sin perder la seria distancia, a hacer rebotar la pelota. El hermano no para de hablar, es todo lo contrario al taciturno Rick. “¿De qué quieres hablar? Soy el único hermano que te queda”. Y se da a entender que se suicidó, pero no están seguros de ello.

 

“Como una serpiente se lo tragaron.”

 

¡Ah! Malick de nuevo enredando la vida, la Naturaleza, la muerte y la espiritualidad. Volvemos al ‘Himno de la Perla’, y  la serpiente que guarda el tesoro. El reptil representa las fuerzas externas que nos alejan de conocer nuestra alma. Las tentaciones, la ignorancia… la serpiente se llevó a un hermano que no fue capaz de emprender el viaje al que ahora se está obligando Rick tras despertar del profundo sueño al que le ha llevado una vida lujuriosa. Ahora vuelve con su hermano vivo, con el Colgado del Tarot, el juglar que ha decidido mirar la vida desde otra perspectiva y que acepta su situación. Pero, lo más importante: mientras Rick está con él… le viene a la mente su padre. Su padre, en un polvoriento despacho. Su padre, lavando sus manos en una palangana llena de sangre (¿acaso Rick le culpa de la muerte de su hermano?) Su padre, recitando desde el escenario de un teatro. Su padre, receptor de los gritos de sus hijos ahogados por la música…

 

“Dejadle morir con sus anteojeras (…). Redime mi vida (…). Sabes que no me quieres”

 

Rick pone las palabras en boca de su padre pero… ¿no es él mismo el que las piensa?

 

El ermitaño

 

 

 

“Hijo mío. La luz se ha ido de tus ojos.”

 

Ver a su padre, retirado ya en una residencia, ermitaño que ha encontrado la sabiduría, la verdad, pero también la soledad del que la conoce, le evoca tiempos dolorosos, y por eso Malick corta a Rick, de nuevo, entregado al placer del sexo rápido y fugaz con una desconocida, y le sitúa en una típica fiesta hollywoodiense en la que querrá dejarse guiar por las necias palabras de su anfitrión: “la música me ayuda a enamorarme. Me enamoro veinte veces al día”.

Rick sabe que ya no quiere pertenecer a ese superficial mundo. Malick nos obliga a recorrerlo, a vagar por las estancias junto al protagonista, a reconocer la hipocresía en las atentas miradas vacías de los famosos que fingen escuchar a sus interlocutores, que fingen son felices entre tanta opulencia. Quizá lo son… Rick ya no. Rick recuerda las palabras de su padre, que ya son las suyas: “la perla, en algún lugar del mar. Encuéntrala”.

La noche llega, la fiesta decae. La cámara junto a la piscina iluminada, junto a Rick pensativo… ¿qué hace aún allá?

En la piscina, en el agua, haciéndose el muerto… llega el momento de enfrentarse de nuevo al pasado.

 

El juicio

 

Rick busca la estabilidad perdida. Busca el juicio, la imparcialidad de aquella en la que sigue confiando, de aquella que le hablará de forma severa, pero sincera. Busca encontrarse con su ex-mujer.

 

 

 

“Cambiaste. El mundo te absorbió. Más y más…. Siempre quisiste irte.”

 

Quizá este es el pasaje más triste de Knight of Cups para el espectador. Malick recrea aquí mucha de la simbología ya utilizada en anteriores films: la felicidad de la pareja junto a la playa, junto al agua purificadora. La felicidad perdida, inevitable en una relación cuando uno de los dos atiende a otras prioridades, representada con las discusiones tranquilas, desde la templanza de los que saben ya no hay remedio. La diferencia entre los actos y los pensamientos del ser humano egoísta y orgulloso queda en este pasaje más reflejado que en cualquier otro: mientras ella (en la casa, en la playa, en la fugaz escapada hacia la metáfora que es volver juntos a la carretera para ver despegar los aviones) expone tranquilamente su juicio con respecto a la actitud de él, de los dos (“quería un amigo, y no podías ser tú”; “¿te arrepientes de no haber tenido hijos? Yo sí…”; “no pude ayudarte a quedarte en el buen camino, tu cabeza se giró hacia la dirección equivocada”; “nunca quisiste estar totalmente dentro del matrimonio”; “eras sincero en tus promesas, pero no venían de tu corazón”)… confiesa al espectador, a ella misma, que “aún eres el amor de mi vida. ¿Debería decírtelo?”

Dos manos en primer plano (cómo no en Malick) que se buscan, un abrazo silencioso, una mirada melancólica por parte de los dos. Y poco más. Los humanos somos incapaces de admitir nuestros errores. Porque él, sencillamente, se encuentra en la misma situación:

 

“Tenia miedo cuando era joven. Miedo de la vida. ¿Quién pagó por ello? Siento que tu también lo hicieras.”

“Me diste paz, lo que el mundo no te puede dar. Misericordia. Amor. Alegría. Todo lo demás está nublado, es niebla. Quédate conmigo para siempre”.

 

Ellos en el coche, un avión que despega, y se aleja. Ya es tarde. Pero él ha encontrado, gracias a su ex-mujer, de nuevo la tranquilidad. Y la dirección del buen camino.

 

La torre

 

Según el Tarot, la torre evidencia que, sea cual sea la situación, es necesaria una liberación. Rick necesita liberarse de sus miedos, de su mundo hecho a medida, de su jaula de oro y cristal. El corte desde la imagen cenital del coche, con su mujer, nos lleva a Rick al pie de las escaleras de un espectacular rascacielos. Fría modernidad, la época que nos ha tocado vivir.

 

“Déjame hablarte de ti. Trabajaste mucho y duro para llegar a este momento. ¿Libertad? ¿Qué vas a hacer con ella, irte por que no te gusta la altura? Tienes una oportunidad incomparable.”

 

Dentro de la torre Rick acompaña rezagado a su agente, que intenta persuadirle pro todos los medios. Las tentaciones siguen ahí, pero él está en la recta final de su recorrido, de su viaje interior. No va a dejarse engañar, su objetivo está claro: debe encontrar la perla. Alejarse de individuos que, como serpientes, atrapan, engullen, todo lo que tienen alrededor. Como hicieron con su hermano. Ese que acabó por suicidarse porque no soportaba la presión de no alcanzar la fama a la que nos vemos obligados en esta sociedad arpía. Pero, de nuevo… ¿Que es la fama? ¿Qué es el éxito? Rick sabe ya que no se encuentra en Hollywood. Ni en las fiestas. Ni en el alcohol.

De nuevo la chica rubia, su vecina. La mira curioso, y nos trasladamos a la residencia de su padre. Rick por fin se da cuenta de que las palabras del ermitaño son las que le guían… vuelve a él. Su hermano aún se encara a un padre que no se preocupó de ellos, y sigue con sus reproches. Rick ya no. Ese no es el camino.

 

Crees que cuando llegas a una edad las cosas tomarán sentido, y te das cuenta que las cosas siguen igual. Supongo es nuestra condena. Las piezas de tu vida nunca se juntan…”

 

Él en la playa con la chica rubia que le toca el hombro. Él de nuevo en el acuario, una carta del Tarot que se hunde en el mar… Rick en busca de la perla… y conocemos su nueva conquista, aquella modelo que conoció en la fiesta de famosos. Pero la chica tiene los pies en la tierra, mucho más que él.

 

“¿Qué quieres de mí, que teja un hechizo? ¿Que te haga soñar? Los sueños son bonitos, pero no puedes vivir en ellos.”

 

Rick ya no se deja atrapar. Las palabras de la chica las recoge con serenidad. No, él ya no busca perderse, refugiarse en sus propias fantasías. Busca una compañera que le haga volver a sentir, como lo hizo con su ahora ex-mujer. ¿Es la modelo el final de su camino?

En su búsqueda de la verdad vuelve con su hermano, observa la pobreza. Se para ante una familia con tres hijos. Quizá era eso, quizá es lo que le falta.

 

“Me dijiste que te sentías como un espía que debía aparentar. Tenías miedo. Espero que tengas hijos. Siempre te preguntas si tienen calor o frío”.

 

Su madre se convierte en quien finalmente expresa el vacío que siente. Quizá la pérdida de su hermano, la actitud de su padre… puede ser enmendada con su propia descendencia.

 

He estado 30 años sin vivir la vida, sino escapándome de mi mismo y de otros. No puedo recordar el hombre que quería ser”

 

La sacerdotisa

 

El pensamiento vuelve a hundirle, y a buscar refugio en sus entornos más conocidos. Quién iba a decirle que encontrará otra voz de la razón en un club de streaptease. Su destino ya está decidido, y que es imposible vuelva a perderse.

 

 

 

“Tienes oscuridad en ti. Una pequeña sombra. ¿Vives en una fantasía verdad?”

“Puedes ser quien quiera que quieras, no lo olvides. Puedes ser un santo, puedes ser Dios.”

“Somos como nubes, ¿no? Viniendo y alejándose. No existe la eternidad.

 

Ella le enseñará a mirar con ojos ojos, más esperanzadores, la vida. Como sacerdotisa, le hará confiar en su instinto. Recorrer la ciudad, fijarse en la juventud, disfrutar de los pequeños momentos.

Cuando ella le lleva a fiestas, él ya se aburre. La salida a Las Vegas, esa ciudad de cartón piedra, o las fiestas con drogas, ya no son lo que quiere. Malick muestra otra vez este mundo, pero con una mirada más sórdida, porque es como Rick recepciona ya ese entorno. Mucho menos atractivo, lejos de ser una escapatoria, o una salida.

 

“La única salida está en el interior.”

 

El interior, la perla. “¿Cómo te alcanzaré? ¿Encontraré allí mi camino?”. De la fiesta, corte brusco al desierto. PEro ya es distinto. Es una llanura blanca, quebradiza… con montañas al fondo.

 

La muerte, la esperanza, el inicio: la perla. El alma. La luz.

 

La muerte y la libertad, las dos últimas cartas.

 

Muerte

 

 

Rick debe romper con su vida, con sus deseos anteriores, para renacer. Cree haber encontrado su destino con su última conquista, una mujer culta, bella y sencilla. Malick reproduce, de nuevo, las imágenes de Rick jugando ahora con ella en la playa. No es su mujer, pero podría serlo. “Quiero irme lejos contigo. Casarme contigo”, se repite. Pero ella ya está casada. Ella viste de negro, igual que él. Dos almas perdidas que buscan fuera de su hogar la respuesta. Están bien juntos, pero no es el final de su camino.  Los dos están muertos por dentro, pero eso no es malo. El Tarot indica que la carta de la muerte representa una profunda transformación…

Ella le sorprende, ahora ya de blanco. Está embarazada, seguramente de su marido. Así que le aleja, aunque llore. Ya ha encontrado su razón de vivir. Ya sabe qué debe hacer.

Pero Rick no. Aún no.

Malick nos lleva de nuevo a la bahía, a la búsqueda del agua, del renacer. Él camina entre el suelo agrietado en lo que parece de nuevo un sueño, una búsqueda interior. Su cara es de sufrimiento, y Malick corta a su padre arrodillado en el suelo. Es un momento crucial para Rick. La cámara le rodea, y nos sorprende con el joven esbozando una media sonrisa…“Hay mucho amor dentro de nosotros”.

 

“Hijo mío, te conozco. Sé que tienes alma”.

 

Y, como no podía ser de otra manera en el cine de Malick… Rick acaba en una iglesia. Las palabras del sacerdote terminan de purificarle:

 

“Parece que estás solo. No lo estás. Incluso ahora, Él está tomando tu mano y guiándote por un camino que no puedes ver. Si eres infeliz, no debes tomarlo como una señal del desagrado de Dios. Todo lo contrario. Puede ser la señal de que Él te ama. Él muestra su amor no ayudándote a evitar el sufrimiento, enviándote sufrimiento. Manteniéndote allí. Sufrir te ata a algo más alto que tú, más alto que tu propia voluntad. Te saca del mundo, para encontrar lo que hay más allá. No solo debemos soportar con paciencia los problemas que Él envía, sino que debemos considerarlos como regalos. Como regalos más preciosos que la felicidad que deseamos para nosotros mismos.”

 

Su vida pasa por delante de él. Las imágenes muestran las torres de cristal, niños columpiándose, un cementerio, su hermano llorando en plena calle… “¿Cómo empiezo? Padre, dame coraje, fuerza”, se dice mientras evoca a su progenitor.

Y su padre le contesta, voz en off: “Estoy orgulloso de ti. Eres mejor que yo, que es lo que debe ser”.

 

Libertad

 

 

Rick obtiene la bendición de su padre. Vuelve a la playa, se mira con la chica rubia… están juntos. “La luz que conoces al Este. Como a un niño, la Luna, las estrellas te sirven. Te guían en tu camino. La luz. La perla”,  le dice ella.

La chica rubia parece ser la Esperanza que ha mantenido siempre Rick. Esperanza, que en ‘El progreso del peregrino’ se trata de la persona que acompaña a Cristiano y, de hecho, los que juntos terminan por hacer balance de su viaje:

 

“CRISTIANO. —Se dice de los hombres de Sodoma que eran pecadores en gran manera, porque lo eran “delante de Jehová”; es decir: a sus ojos, y a pesar de las bondades que les había prodigado, porque la tierra de Sodoma era como el antiguo huerto de Edén (…). Y es muy razonable concluir que hombres como éstos, que se empeñan en pecar a la misma, vista y a despecho de tales ejemplos, que se les ponen delante para escarmiento, se hacen acreedores a los más severos castigos.

ESPERANZA. —Esto es, sin duda, lo cierto. Pero ¡qué misericordia tan grande nos ha sido dispensada de que ni tú, ni especialmente yo, hayamos sido hechos otro ejemplo semejante! Esto nos debe excitar a dar gracias a Dios, vivir siempre en temor delante de él, y no olvidar nunca a la mujer de Lot*.”

 

El entorno de Rick se vuelve blanco. En las fachadas, en la luminosidad. Un bebé sale hacia la terraza gateando. ¿Es ya el futuro de Rick? Él es feliz, juega con la chica rubia en la piscina, ríen alegremente. “Recuerda”, dice su padre, y él se encuentra de nuevo en la zona rocosa, mirando hacia una preciosa puesta de sol entre las montañas.

Corte a la carretera, él en el coche. Corte al agua del mar, corte de nuevo a la autopista, al túnel recurrente al que finalmente encontramos un final.

 

“Comenzar”, piensa él. Y Malick nos funde a negro. Por que ya está todo dicho.

 

El viaje del peregrino ha llegado a su fin, y a buen puerto, como se anunciaba al inicio. Ahora nos toca a nosotros reflexionar sobre su viaje, que también ha sido el nuestro. ¿Tanto se diferencia la vida de Rick de la nuestra? ¿En qué momento de nuestra vida nos acostumbramos a los bienes materiales, a la comodidad de nuestros apartamentos y a la sobreinterpretación de los sucesos? Quizá sea hora de buscar la belleza en lo más pequeño. Quizá ahora, más que nuca, es necesaria la búsqueda de nuestra alma. Cuando la Naturaleza nos está ofreciendo esta forzada pero imprescindible desaceleración en nuestras vidas, con una pandemia jamás conocida por las últimas dos generaciones.

 

* Convertida en estatua de sal por haber mirado hacia atrás cuando huía de Sodoma

 

TRAILER – Knight of Cups (Íd., Terrence Malick, 2015):

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Apasionada del cine y en especial del subgénero de viajes en el tiempo, estudia un Máster en crítica cinematográfica (2008-2009) y se convierte en redactora en El Espectador Imaginario hasta 2011, año en el que cofunda Cine Divergente. Redactora en Miradas de cine desde 2013 y cocoordinadora de su sección de Actualidad desde 2016, además de ser miembro de la ACCEC (Asociación Catalana de la Crítica y Escritura Cinematográfica) desde 2014 (y de su Junta de 2015 a 2019), en los últimos años ha publicado críticas y ensayos cinematográficos, cubierto festivales, participado en programas radiofónicos especializados y colaborado en los libros 'Steampunk Cinema' (Ed. Tyrannosaurus Books, 2013), 'Miradas: 2002-2019' (Ed. Macnulti, 2019), 'El amor en 100 películas' (Ed. Arkadin, pdte. publicación) y 'David Fincher: autoría líquida' (Ed. MacNulti, pdte. publicación). Ahora, y tras cursar un Máster en Gestión Cultural (2016-2018, UOC)- y un Máster en Filosofía (2020-2022) para obtener una visión completamente holística y complementaria también a sus estudios de Ingeniería, amplía sus textos críticos más allá del cine, entrando también en la ficción, y quiere demostrar que "la" realidad no existe y es producto de nuestra imaginación.

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