¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú (#Kubrick7)

¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú (Dr. Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb, 1964): la victoria y el sexo, las dos grandes preocupaciones de un ser humano atacado por su propio miedo

 

 

“- Enjoy the movie.

– What kind of movie is it? Is it funny…?

– I’m not allowed to answer that kind of questions madam.”

Reality (Réalité, Quentin Dupieux, 2014)

 

Deliciosamente atemporal, ¿Teléfono rojo?… fue la respuesta de Kubrick a una pregunta que pocos se estaban planteando:

 

¿Somos conscientes de que es relativamente sencillo que el propio ser humano sea el responsable de la eliminación de la especie?

 

Y, claro… una vez podemos responder que vaya, que sí…

 

¿En manos de quién está el poder para destruir a toda la raza humana?

 

Grandes potencias están preparadas para bombardearse mutuamente, políticos manejan información clasificada para tomar la decisión. Políticos, que designan a altos cargos militares para asesorarles, y para que ejecuten sus órdenes.

Políticos que incluso es posible no hayan sido votados democráticamente. O peor: que sí lo hayan sido, pero la presión del puesto, o sus ansias de poder, o sus valores y creencias personales… nos lleven a todos a la tumba (recordemos la propuesta de La zona muertaThe Dead Zone, David Cronenberg, 1983 -, tan identificada hace dos años con el futuro del mundo, una vez Trump llegó al poder).

Mejor no pensarlo. Y si hay que hacerlo… pues mejor reírse, ¿no?

Kubrick no quiso poner en duda la capacidad del Presidente de los Estados Unidos (aunque durante las primeras semanas de rodaje se ridiculizaba al personaje [1])… pero sí la de sus militares. Adaptó el libro de suspense Red Alert, de Peter George, utilizándolo como simple base de una crítica, mezcla perfecta entre drama,  thriller e hilarante humor negro, que no es más que, otra vez, el resultado de su creciente obsesión por la situación del ser humano en el planeta, y las motivaciones que le llevan a actuar de una u otra forma. Y es que la motivación básica, siempre, es sobrevivir (Miedo y deseo, El beso del asesino, Atraco perfecto)… pero el poder es un goloso aliciente (Senderos de gloria, Espartaco). Y si va aderezado con algo de sexo (Lolita), pues nunca viene mal.

Poder y sexo, unidos por las armas. No hay más que ver los títulos de crédito [2]: aviones que se abastecen de combustible a través de largas y rígidas conexiones, compaginadas con gigantes y temblorosos títulos sobreimpresionados hechos a mano alzada…

 

 

Ya a partir de los títulos de crédito la locura comienza.  Quizá la mejor explicación de ¿Teléfono rojo?…  sea, directamente, su innovador tráiler, enlazado al final de este texto. No se entiende nada, y, por tanto, lo explica todo…

La que sí está clara, antes de que todas las situaciones comiencen su especial andadura, es la premisa (otra vez, y van siete, gracias a una voz en off): “For more than a year, ominous rumors had been privately circulating among high-level Western leaders that the Soviet Union had been at work on what was darkly hinted to be the ultimate weapon: a doomsday device.”

Un arma capaz de destruir el mundo al completo, esperando pacientemente a ser usada.

Y es entonces cuando Kubrick y equipo desatan su imaginación. ¿Cómo podría iniciarse, incluso de forma accidental, una guerra? ¿Quién podría ser el precursor con poder suficiente como para desatarla, sin más? ¿Cómo reaccionarían todos los implicados? Y, más importante… ¿cómo nos los podemos imaginar, nosotros tan alejados de este mundo “estratégico”, tratando de solventar el “problema”?

 

 

Recapitulemos, y riamos: un arma de destrucción masiva, y un general (interpretado excelentemente por Sterling Hayden, que volvió de su retiro para volver a trabajar con Kubrick), tan obsesionado con que los rusos (el mundo estaba inmerso en plena Guerra Fría) están contaminando el agua…

 

“Do you realize that in addition to fluoridating water, why, there are studies underway to fluoridate salt, flour, fruit juices, soup, sugar, milk… ice cream. Ice cream, Mandrake, children’s ice cream”)

 

… que decide atacar al país enemigo…

 

“[Clemenceau] said war was too important to be left to the generals. When he said that, 50 years ago, he might have been right. But today, war is too important to be left to politicians. They have neither the time, the training, nor the inclination for strategic thought. I can no longer sit back and allow Communist infiltration, Communist indoctrination, Communist subversion and the international Communist conspiracy to sap and impurify all of our precious bodily fluids”)

 

… para estupor de un Presidente abrumado inicialmente por la situación:

 

“Hello?… Uh… Hello D- uh hello Dmitri? Listen uh uh I can’t hear too well. Do you suppose you could turn the music down just a little?… Oh-ho, that’s much better… yeah… huh… yes… Fine, I can hear you now, Dmitri… Clear and plain and coming through fine… I’m coming through fine, too, eh?… Good, then… well, then, as you say, we’re both coming through fine… Good… Well, it’s good that you’re fine and… and I’m fine… I agree with you, it’s great to be fine… a-ha-ha-ha-ha… Now then, Dmitri, you know how we’ve always talked about the possibility of something going wrong with the Bomb…”

 

Alocadamente brillante.


La cúpula política y militar se reúne en la sala de guerra (impresionante decorado que permite a Kubrick manejar el espacio como le place) para evaluar la situación, mientras el director apuesta por montar en paralelo qué está pasando en los bombarderos, en las casas de los generales, o en la base militar. El ritmo de los cortes se incrementa a medida que avanza el metraje (aumentando la sensación de inmediatez, y de peligro), al igual que lo hacen los diálogos absurdos, explotando en la escena final de la sala de guerra, en la que el Dr. Strangelove tiene la idea de seleccionar en base a criterios objetivos y utilizando un programa informático a decenas de personas que podrían esconderse bajo tierra durante cien años. El plan no acaba de convencer al Presidente ni a sus asesores… hasta que indica que habrá un hombre cada diez mujeres, y que por el futuro de la especie deberán saltarse la monogamia. Y, por supuesto, la respuesta que todo tienen en mente sale, finalmente, de los labios del embajador: “I must confess, you have an astonishingly good idea there, Doctor”.

Si algo es ¿Teléfono rojo?… es una película coral, en la que ningún personaje destaca por encima de otro y, a su vez, todos ellos están tan bien definidos gracias a los matices aportados por sus intérpretes que se convierten en imprescindibles para que el film avance redondo.


 

 

Para ridiculizar aún más la situación, Kubrick decidió poner nombres imposibles a sus protagonistas (Strangelove, general Jack D. Ripper – el destripador -, coronel ‘Bat’ Guano, mayor ‘King’ Kong…). Su intención inicial era que Peter Sellers (que ya demostró al director su extremado potencial en Lolita) interpretase a cuatro de estos personajes, pero éste finalmente sólo pudo interpretar a tres (Presidente, capitán y Dr. Strangelove) debido a un accidente mientras discutía con Kubrick. La propuesta no era baladí: si Sellers hubiese interpretado también al piloto tejano que acaba por lanzar la bomba sobre la máquina del juicio final rusa, pondría el mismo físico tanto para personajes que se preocupan por mantener la paz como para los que se alegran de la decisión. Además, se trataría de personajes de distinta procedencia profesional (militares – uno de cada bando ideológico, político y científico), equilibrando también las distintas visiones en todos los roles sociales que nos representan, como sociedad, en esta posible, aunque esperamos poco probable, problemática.

 

 

Con esta visión 360 grados, Kubrick quería que el espectador pudiese reflexionar, seguramente no entre carcajada y carcajada sino tras el poso que deja el visionado del film, sobre las dudas y decisiones que una única persona puede llegar a tener en cuanto a la amenaza nuclear y sus consecuencias. Y es que no todo es blanco o negro, es necesario analizar todos los matices y posibilidades antes de tomar una decisión… que seguro no será la acertada.

Así que quizá lo mejor sea volver a lo de obsesionarse con el sexo, al fin y al cabo.

Pero no. Cuando uno reflexiona, se da cuenta del serio mensaje de Kubrick. De hecho, quiso modificar en el guión final el cierre del libro, llevándolo a un terreno mucho más pesimista, la destrucción total y absoluta. La imposibilidad de comenzar de nuevo si no nos replanteamos nuestras prioridades.

 

Miedo a ser atacado. A no ser recordado. A no ser valorado. A dejar de existir, a dejar de ser influyente, y poderoso…

 

Miedo. Debemos ser capaces de sobrellevarlo, de la mejor manera posible. Riéndonos de él, quizá la mejor opción. Por el bien de toda la humanidad.

 

Un mensaje, éste, a caballo entre las ganas de hacer despertar a la sociedad americana y la certeza de que no iba a conseguirlo, que se encuentra escondido tras hilarantes líneas de diálogo (insistimos porque es la gran baza del film, reforzada, por supuesto, por la técnica de Kubrick). Pero que está… y no puede ser obviado. Aunque sea tratado, consciente y astutamente, de manera ¿superficial? [3]:

 

“Sir, you can’t let him in here. He’ll see everything. He’ll see the big board!.”

“Colonel… that Coca-Cola machine, I want you to shoot the lock off it. There may be some change in there”; Okay. I’m gonna get your money for ya. But if you don’t get the President of the United States on that phone, you know what’s gonna happen to you? You’re gonna have to answer to the Coca-Cola company.”

“Mr. President, if I may speak freely, the Russkie talks big, but frankly, we think he’s short of know how. I mean, you just can’t expect a bunch of ignorant peons to understand a machine like some of our boys.”

Mein Führer! I can walk!”

“Gee, I wish we had one of them doomsday machines

 

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[1] Peter Sellers quería mostrar al Presidente como alguien enfermo de asma (fuente: material adicional edición DVD 50 aniversario).
[2] Se utilizó material de archivo real, una de las pocas fuentes completamente fidedignas, ya que muchos de los decorados (en especial el interior del bombardero) fueron pura inventiva. Parece ser, tal y como explica el director artístico, que cuando personas vinculadas al ejército vieron el film les felicitaron por lo mucho que se habían acercado al diseño real. Por otro lado, el diseño de los títulos de crédito siguió la premisa que el propio diseñador explicó a Kubrick para convencerle: “todo lo que diseña el ser humano es sexual” (fuente: material adicional edición DVD 50 aniversario).
[3] Kubrick también fue pionero en tomar una temática de relevancia mundial por sus terribles consecuencias, y convertirla en motivo de risa. Consiguió romper otro tabú, tal y como había hecho con la realización de Lolita… y como conseguirá con posteriores films (fuente: ‘Los archivos personales de Stanley Kubrick’, Ed. Taschen).

 

TRAILER – ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú (Dr. Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb, Stanley Kubrick, 1964):

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Apasionada del cine y en especial del subgénero de viajes en el tiempo, estudia un Máster en crítica cinematográfica (2008-2009) y se convierte en redactora en El Espectador Imaginario hasta 2011, año en el que cofunda Cine Divergente. Redactora en Miradas de cine desde 2013 y cocoordinadora de su sección de Actualidad desde 2016, además de ser miembro de la ACCEC (Asociación Catalana de la Crítica y Escritura Cinematográfica) desde 2014 (y de su Junta de 2015 a 2019), en los últimos años ha publicado críticas y ensayos cinematográficos, cubierto festivales, participado en programas radiofónicos especializados y colaborado en los libros 'Steampunk Cinema' (Ed. Tyrannosaurus Books, 2013), 'Miradas: 2002-2019' (Ed. Macnulti, 2019), 'El amor en 100 películas' (Ed. Arkadin, pdte. publicación) y 'David Fincher: autoría líquida' (Ed. MacNulti, pdte. publicación). Ahora, y tras cursar un Máster en Gestión Cultural (2016-2018, UOC)- y un Máster en Filosofía (2020-2022) para obtener una visión completamente holística y complementaria también a sus estudios de Ingeniería, amplía sus textos críticos más allá del cine, entrando también en la ficción, y quiere demostrar que "la" realidad no existe y es producto de nuestra imaginación.

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