La naranja mecánica (A Clockwork Orange, 1971): de rabia, manipulación y ¿voluntad? de escoger
“A great man once said, everything is about sex. Except sex. Sex is about power.”
House of Cards (Íd., Beau Willimon – creador, 2013-2018)
Sexo. Violencia. Manipulación.
Y política.
Sin recursos. Sin objetivos. Sin futuro.
Y rabia.
Mucha rabia.
La de toda una generación.
El pesimismo de Kubrick con respecto al devenir de la raza humana, que ya destilaba en todos sus anteriores films (exceptuando quizá 2001: Una odisea del espacio… y, no obstante, acaba matando a la especie para que pueda trascender a algo mejor), y tras la imposibilidad de encontrar la financiación suficiente para rodar esa maravilla que podría haber sido Napoleón, Kubrick decidió escribir el guión de La naranja mecánica adaptando la novela de Anthony Burgess, modificando poco su estructura y obviando el último capítulo de la novela en su versión inglesa.
El realizador presenta La naranja mecánica dividida en tres partes, problemática, solución y resultado. Pero, en realidad, se asimilan a dos: porque Kubrick hizo una película espejo, igual que lo son todas las dicotomías que en ella plantea: bien/mal; libre albedrío/destino; juventud/vejez; presente/futuro; hombre/Dios…
Veamos.
La problemática: el devenir de una sociedad hastiada
Para comprender el mensaje de Kubrick y no quedarse en el personal e inminente rechazo a la violencia extrema que plantea tan objetiva como directamente, es necesario identificar, antes de hablar de contenido, el continente. Es decir, la técnica empleada para potenciar su discurso.
Pensaba como siempre hasta la perfección, Kubrick supo, en La naranja mecánica, apoyarse en recursos que la harían única dentro de toda su filmografía.
Técnica y puesta en escena
Del detalle al gran angular
La pantalla en rojo. Nada más. Esa es la carta de presentación de La naranja mecánica durante varios eternos segundos. Rojo sangre, rojo sexo, rojo peligro. Poco después, cambio a azul y, de nuevo, rojo.
Será una constante a lo largo de todo el montaje: perturbación extrema. Descanso. Horror.
Título del film y director. No necesitamos nada más. Y primerísimo primer plano de Álex, mirando desafiante a la cámara.
Observándonos. Estudiándonos. Posicionándose.
Y… zoom hacia atrás. Vemos a sus tres compañeros, vestidos de forma muy similar. Vemos el local en el que están. Nos sumergimos en… ¿otro tiempo?
Esta será la técnica que más utilizará Kubrick en la primera parte del film: encuadre en primerísimo plano, zoom hacia atrás, plano general. La incomodidad que provoca el detalle de los ojos de Álex se acentúa cuando descubrimos su igual de aterrador entorno. De esta forma, el espectador es capaz de hacerse una composición del espacio de forma gradual, para terminar con la visión final, y consecuente traducción mental, de lo que el director le está mostrando…. Porque Kubrick, astutamente, nos “regala” el tiempo suficiente para asimilar poco a poco los detalles de ese mundo ”distópico”.
Un mundo hastiado, refugiado en la depravación.
Depravación. Una de las pocas cosas que conoce, y controla.
La voz en off de Álex, que tanto nos recuerda a esa necesidad de Kubrick de situar al espectador lo antes posible en la trama (sólo obvió este método en 2001: Una odisea del espacio, y porque todo el pasaje titulado “nacimiento del hombre” era ya el preludio en sí), rompe el silencio interior generado en el atónito espectador al observar las duras y extrañas imágenes. La narración en primera persona del protagonista (como ya hizo en El beso del asesino, o Lolita) es básica para conseguir una rápida, e increíblemente empática, identificación con Álex: por violento y distinto a nosotros que sea el chico, Kubrick consigue toda nuestra curiosidad y respeto hacia el personaje… y nos nutre, también, de vergüenza propia.
Vergüenza de saber que, en el fondo, en algún momento a todos nos hubiese gustado ser un poco Álex y saltarnos las normas.
Álex: un joven desvergonzado, que nos llama “hermanos”, como si de Jesucristo se tratase; violento; líder que consigue todo lo que quiere, gracias a su intelecto y bravuconería.
Y a no tener nada que perder.
Una juventud privada de recursos, mimada por unos padres con miedo, y controlada por las instituciones.
Álex no es un caso aislado. Es la representación de toda una sociedad. De nuestra sociedad. Más de 45 años después del estreno de La naranja mecánica, y seguimos por el mismo camino, pero sólo unos pocos lo saben, o lo reconocen. La cita que abre este texto es un claro ejemplo de ello.
Poco más adelante, en la siguiente escena, el visionario realizador volverá a utilizar la misma técnica: corte al plano de un brazo sujetando una botella, que se abre para mostrarnos a un indigente. Cambio a plano general, encargado de generar el máximo suspense y terror: utilizando la máxima profundidad de campo posible, Álex y sus drugos al fondo, en penumbras, van acercándose al viejo… hasta que le atacan cruelmente.
Y, finalmente, la secuencia en la que otro grupo está agrediendo sexualmente a una chica: la cámara presenta el cercacno encuadre, que se combina con un plano general que muestra el abandonado recinto. Vuelve a la chica… y termina con un plano abierto de la pelea entre bandas.
Tres cortos bloques que ya nos dicen mucho de la actividad y gustos de Álex y sus amigos, introducción a una de las escenas más importantes del film: la que transcurre en el HOGAR.
Hombre sentado, escribiendo a máquina (roja, importante). Travelling lateral a mujer en sofá, que se levanta a abrir la puerta, al fondo de plano. Pasillo lleno de espejos. Los drugos entran… no hay escapatoria.
Y otra de las técnicas de Kubrick: nos habla Álex, sí. Pero el director quiere que nos sintamos también como sus víctimas. La cámara subjetiva, a ras de suelo, que simula lo que se está obligando a ver al escritor… es demoledora.
Una técnica que, combinada con la cámara en mano, la veremos también en el siguiente asesinato.
Y, tras estos intensos minutos que no todo espectador es capaz de soportar, Kubrick filma a un Álex entre exhausto y aburrido, volviendo a una casa de proletarios. Otra vez, en plano general.
“Había sido una noche fabulosa, que debía tener ahora su final perfecto con un poco del viejo Ludwig Van.”
El músico, el verdadero Dios de Álex, preside el centro de su habitación.
El director nos permite alejarnos. Descansar. Por breves instantes.
Cámara lenta, cámara rápida. Y mucha simetría.
Tras los cuatro grandes planteamientos del film de la introducción, Kubrick muestra a Álex en su vida diurna, antes de planear el daño que van a hacer cuando caiga, de nuevo, la noche.
La sublevación de los drugos, entre el bloque HOME y el asesinato involuntario, será respondida por Álex con una astuta demostración de poder: violencia. Kubrick rueda el plano a cámara lenta para empoderar el acto de Álex y humillar aún más a los perdedores. De esta forma, el protagonista se nos presenta en su momento de máxima autoridad. Intocable. Y en verdad lo parece: da rienda suelta a su posición de liderazgo, a su astucia y poder sobre sus subordinados. Sobre sus padres. Sobre las mujeres. Sobre los hombres.
Se siente superior.
Hasta que se topa con las instituciones. Pero eso lo veremos más adelante.
Por otro lado, el trío de Álex con dos jovencitas lo pasará Kubrick a cámara rápida. 28 minutos de rodaje concentrados en 40 segundos. ¿Cuál es el poder de esta en realidad larga toma? Que el espectador intuya, pero no comparta. Que envidie aún más a Álex en su libertad por hacer el mal. Que, en cierto modo, le admire.
Pero hay más. Hablábamos de perturbación…
Kubrick había explorado en 2001: Una odisea del espacio la fuerza de la técnica del punto de fuga. Allá le sirvió para enrarecer aun más el ambiente futurista, y desconocido. Aquí lo utilizará para potenciar el inconsciente pavor que las imágenes ya provocan en el espectador. Y es que la simetría total transmite un orden imposible, un rigor y contención que contrasta plenamente con el caos que es la mente de Álex. La sociedad en la que vive. La desesperación de una raza amparada en lo poco que conoce.
Autoreferencias
Los films de Kubrick son casi todos muy distintos entre sí, tanto en cuanto temática como en cuanto a técnica. No obstante, todos tienen en común la verdadera preocupación del director: la maldad del ser humano, y el cuestionamiento sobre su capacidad de elección vs. la influencia de la suerte, y el destino.
Así que en La naranja mecánica el director se divierte incluyendo elementos que recuerden a sus otros films. Hemos hablado ya de la voz en off del personaje principal para resaltar sentimientos y pensamientos, pero, en concreto…
Respecto a la capacidad de elección y la influencia de las instituciones, recordemos cómo Kubrick abordó su postura a través del poder de los grandes ejércitos a lo largo de los siglos. Encontramos dos referencias en la vestimenta de nuestro protagonista: ya no únicamente en el traje que identifica a su banda, una mezcla de uniforme militar y traje gentleman (explosiva y acertada combinación), sino en la levita atemporal seleccionada para su paseo por la tienda de discos: Álex se siente un general, y así se viste. Además, es fácil identificar la imagen asignada con la de su proyecto frustrado sobre Napoleón…
La tienda de discos deja más pistas: sobre la condición humana, con respecto a su falta de moral y perversión innata, habló Kubrick en Lolita. Álex se encontrará casualmente en la tienda a dos “lolitas”, que serán sus acompañantes en el trío a cámara rápida, chupando un puntiagudo helado (alimentando el deseo del chico, su poder sobre el sexo opuesto)…. Y, también en la tienda, puede observarse en el centro del plano un vinilo de la BSO de 2001: Una odisea del espacio, quizá guiño al futuro de esta humanidad empeñada en considerarse superior. Además, poco antes, la cerradura de la habitación de Álex nos habrá recordado al “ojo” de HAL, en una clara identificación de la psicología soterrada del personaje en cuanto a su necesidad de sobrevivir… siguiendo una lógica poco ética.
Estas referencias subliminales se acompañan también del mensaje cinéfilo del propio Kubrick: asimilar a Álex con un vampiro, con un militar romano…
“Es curioso que los colores del mundo real sólo parecen verdaderos cuando los videamos en una pantalla”.
… le sirven para constatar el cine como herramienta para descubrir la verdad que nos rodea, para hacernos reflexionar, ya que nos creemos más lo que consideramos ficción.
Iconos distópicos: sexo, sexo, sexo
La saturación del color, los trajes imposibles, las pelucas de colores… Kubrick intenta crear un decorado creíble para una sociedad desquiciada. La figura de los cuatro Cristos bailando es el contrapunto a una decoración basada en la desinhibición.
Y este es un punto importante: en Teléfono rojo… Kubrick ya había hecho caso a su director artístico: “todo lo que diseña el ser humano es sexual”.
En un ¿futuro? en el que nada importe, en el que estemos tan desilusionados que no luchemos por nuestros derechos, por nuestras opiniones o por nuestra dignidad, por miedo a recibir una estocada… lo único que nos queda es sobrevivir. Y la supervivencia sólo se consigue a través del sexo.
Así que la decoración del Molocko Bar, la de la casa de la rica señora llena de cuadros con motivos lésbicos, las caretas de los delincuentes… incluso la forma de expresarse (ya no verbalmente, que lógicamente también, sino corporalmente), es muy sexual. Fijémonos en el representante escolar, e incluso en los policías que le detienen antes de llevarle a prisión. Los golpes recibidos nos conectan a la represión, y sometimiento (recordemos cómo coge de los testículos a Álex su tutor). Y qué decir de la inspección rectal, del hombre que lanza besitos a Álex en la iglesia de la cárcel… desinhibición como reivindicación del malestar global. De la falta de motivación.
La solución: jugando a ser Dios
Ya conocemos a Álex y el entorno próximo en el que vive, así que Kubrick da un paso más allá: nos presenta las instituciones de esta sociedad corrupta. Y a los que las dirigen.
El film se torna político en el momento en que, desde la prisión, Álex pide se le asigne al experimento del que ha oído hablar para abandonar en dos semanas la cárcel. La película es entonces un desfile de policías, alcaides y ministros. Y curas. Y científicos.
Todos ellos presentados, a estas alturas del film, a cierta distancia del sujeto a estudiar, a “utilizar”. La necesaria distancia del que se considera superior.
La dicotomía bien/mal se refuerza, ya no sólo desde el punto de vista de un Álex que sigue pensando en violaciones y torturas mientras presenta su cara más amable para conseguir una rebaja en su condena (ayudando al sacerdote, leyendo las Sagradas Escrituras), sino también en los antagonistas policía-ministro/cura. Curioso: Kubrick tomará a Dios como referente del bien, y como figura más comprensiva de todo el film, representada en el cura de la prisión: será el cura el que le ayude a entrar en el experimento, y será el cura el que cuestione el método.
”El libre albedrío. Este joven no tiene, de hecho, opción alguna. Su propio beneficio, el horror al sufrimiento físico obligó a este muchacho a participar en ese acto grotesco de humillación. Su falta de sinceridad era evidente. Deja de ser un criminal, pero también deja de ser una criatura capaz de opción moral.”
Con una réplica que resume toda la ideología gubernamental:
“Padre eso son sutilezas. Los motivos éticos no nos interesan (…). Y aliviar la tremenda congestión de nuestras cárceles. (…). [Álex], completamente regenerado para gloria de Dios. Lo que importa es que el experimento ha resultado.”
Dos aspectos interesantes en este fragmento del guión: el primero, la alusión directa al libre albedrío. Si existe el destino, o si alguien nos arrebata nuestra capacidad de escoger, dejamos de ser personas. Volvemos a ser animales. Peor: no tenemos voluntad propia.
Pero tenerla significa que, consciente y activamente, somos libres de ir en contra de las normas. ¿Es esto preferible a obligar a un pequeño grupo de individuos que sean cumplidas, evitando recaer en el pecado/crimen, para el bien de toda una sociedad?
El dilema moral está servido. Someter a los “malvados” para mantener la paz, o encerrarles, hacerles cumplir condena (“ojo por ojo”, como dice el alcaide), y esperar que el castigo sirva de algo.
Por otro lado, el político alude a Dios para acallar al sacerdote: manipula a sus oyentes atacando directamente a sus valores y creencias, de forma que su discurso sea irrefutable.
Y ganar.
Kubrick mantiene las técnicas ya explicadas en este segmento central. Y no únicamente las mantiene, sino que las repite: a partir del momento en que Álex queda libre, el film se torna el reverso, el espejo de la parte inicial.
Mismas escenas, diametral significado.
1. Álex llega a casa, y se encuentra con que otra persona ocupa su lugar, tanto físicamente (ha alquilado su habitación), como psicológicamente (le tratan como a un hijo). El inquilino es el reverso de Álex: amable y agradecido con la familia que le está dando cobijo.
2. Álex sale a la calle y se encuentra al mismo vagabundo, que le reconoce y lo lleva bajo un puente para ser atacado por sus compañeros. Detalle de Álex tirado en el suelo, recogido por dos policías, que resultan ser sus antiguos drugos. Álex indefenso “gracias” a la terapia, acaba tirado en una cuneta, muy malherido.
“Era la vejez despachándose a gusto con la juventud”
La frase de Álex no es baladí: Kubrick intenta hacer reaccionar al espectador. Es necesario ser más duros con los hijos, con las nuevas generaciones. No con violencia, sino con palabras. Es necesario darse cuenta de que es la educación el arma. Y no podemos tenerles miedo. Todo lo contario: debemos ejercer de comprensivos mentores. Liderar con el ejemplo.
3. Álex acercándose, de noche, a la casa HOME (ahora arrastrándose, antes desde el jolgorio proporcionado por la diversión, y el anonimato de la careta, y arma blanca). Plano del escritor (máquina gris: parece que ha perdido su vitalidad). Travelling lateral a hombre musculoso (en contraposición a la mujer de la escena espejo de la primera parte), que se levanta para abrir la puerta, e introduce en volandas a Álex…
Álex elocuente vs. Álex cohibido.
Álex militar, general, vs. Álex desamparado.
Álex malvado vs. Álex sensible (que no bondadoso).
Álex libre vs. Álex coartado.
Álex Dios vs. Álex hombre.
Álex lleno de vitalidad vs. Álex suicida.
“Sólo pienso en evaporarme. Solo quiero morir tranquilo.”
Si el primer ciclo del film terminaba con una segunda oportunidad para Álex… el segundo ciclo, también. Pero las condiciones serán completamente distintas.
El resultado: entre la condena absoluta (lo que se ve) y la madurez (lo que no se ve)
El último tercio el film demuestra la poca fe de Kubrick en un ser humano incapaz de superar sus propios miedos, y retos.
En este cierre (el único montado con un fundido a negro, haciéndonos conscientes de que llega el plato fuerte, la conclusión) Kubrick demuestra dos cosas: la primera, que ninguno de los presentados, triste representación de un alto porcentaje de población que concentra el poder, puede sentirse superior a una persona como Álex. Quizá no todos sean ultraviolentos físicamente, pero lo son psicológicamente. No se salva ni ministro, ni oposición. Ni científicos, ni medios de comunicación. Ni tan siquiera los padres, por mucho que se muestren indefensos, con una madre llorando desconsolada por su “perdido” hijo.
El discurso final del ministro, manipulando a un Álex radiante por volver a sentirse tan vital como antes, es desesperanzador:
“Me alegra tu recuperación, he mantenido contacto diario con el hospital y ahora vengo personalmente para ver qué tal andas (…).Veo has sufrido algunas molestias. Quiero decirte sinceramente que yo, y el Gobierno al que represento, sentimos profundamente lo pasado, muchacho. Profundamente (…). Sólo quisimos ayudarte siguiendo los consejos que al final resultados equivocados. Pero buscaremos a los culpables, no te preocupes. Quiero que nos veas como amigos. Te vamos a cuidar. Estas siguiendo el mejor tratamiento. Nunca quisimos hacerte daño, pero hay otros que sí, incluso ahora. Y creo que tú sabes quién. Ciertas personas que querían utilizarte con fines políticos. Les habría gustado que murieras para echarle toda la culpa al gobierno. Y hay otro individuo por ahí, un escritor claramente subversivo, que está deseando tu muerte y que con mucho gusto te apuñalaría. Por ahora estás a salvo, nos hemos encargado de él. Descubrió que tú le habías hecho algo malo. O por lo menos así lo creyó él. Se le metió en la cabeza que tú eras e responsable de la muerte de un ser querido. Era un peligro. Le hemos encerrado por su propio bien y por el tuyo. Ya ves que velamos por ti. Cuando salgas de aquí no te preocupes. Hemos pensado en todo. Un trabajo bien retribuido… por compensación a lo que has sufrido, y también por tu ayuda inapreciable. Nosotros siempre ayudamos a los amigos. No es ningún secreto que este gobierno ha perdido mucha popularidad por tu culpa. Hay quien piensa que perderemos las próximas elecciones. La prensa ha estado atacando constantemente nuestro experimento. Pero la opinión pública es muy tornadiza, y tú Álex … puedes contribuir a cambiar la opinión pública. ¿Hablo claro?“
En su discurso arremete contra sus aliados científicos, contra la oposición, cuestiona la cordura del escritor, culpa a Álex de la pérdida de popularidad en una soterrada amenaza… pero le da la vuelta, prometiéndole fama y popularidad. Prometiéndole poder. Tanta maldad en tan pocas, y veraces, palabras.
“Sin duda, estaba curado”. Sentencia el protagonista.
Sin duda, no lo está. No lo estamos.
Pero este no era el final de Burgess, y consideramos hay que ser deferentes con su idea. Auqnue sólo sea por encontrar una posible solución a una distopía que, sinceramente, no es tal.
Burgess escribió el famoso capítulo 21 de ‘La naranja mecánica’, indicando que Álex había perdido el interés por la violencia. Que, estando con sus drugos, no le apetecía volver a violar, ni repetir las broncas entre bandas callejeras, ni nada por el estilo. El propio Álex confiesa que le gustaría ser padre, y que quiere buscar a la que será la madre de sus hijos. Y acaba por achacarlo a la madurez.
Madurez.
Y, sinceramente… es un gran final. Dejar que el protagonista recapacite. Madure, analizando sus actos pasados.
Apoyémonos en nuestros “viejos”. Respetémosles, igual que a las normas. Reivindiquemos los derechos que nos han sustraído, y no nos dejemos manipular ni por los políticos, ni por la prensa, no por los grandes empresarios.
Sólo siendo conscientes de nuestro verdadero poder podremos transformar la rabia acumulada en soluciones. En convivencia. Sin emplear la violencia, sino el diálogo.
TRAILER: La naranja mecánica (A Clockwork Orange, Stanley Kubrick, 1971):
Me ha gustado mucho todo lo que explicas, es una pelicula distinta que te hace pensar sobre muchas cosas.
Gracias a ti por dejar tu positivo comentario. Si te gusta Kubrick, aquí encontrarás toda su filmografía analizada de una forma un poco peculiar. Gracias!