Atraco Perfecto (The Killing, 1956): Un plan de atraco, crónica de una muerte anunciada.
“- Doyle, I KNOW I gave him four THREES. He had to make a SWITCH. We can’t let him get away with that.
– What was I supposed to do – call him for cheating better than me, in front of the others?”
El golpe (The Sting, George Roy Hill, 1973)
Quizá empecinado ya en conseguir el éxito que se merece, Kubrick decide escribir el guión adaptado para una novela que puede ayudarle a potenciar lo que mejor sabe hacer: analizar situaciones, y plantearlas lo más objetivamente posible hasta que convergen… en un cierre fatídico.
Un plan de atraco. Algunos errores. Una moraleja.
Quizá la novela le permita acogerse a una historia que, aunque trillada, pueda ser explicada de forma que le permita explorar el carácter de sus protagonistas, fieles representantes de la sociedad norteamericana del momento, y sus motivaciones.
Líder y seguidora. Indeciso y femme fatale. Ejecutor e inocente
Quizá, quien sabe, piense que el planteamiento, temporizado y abstracto, muy inusual a estas alturas de la historia del séptimo arte, resalte incluso más si es aderezado con algún otro aliciente.
Montaje no cronológico y repetitivo. Música extradiégetica. Cámara en mano.
Innovación y rigurosidad se aúnan en una mezcla perfecta de sus anteriores propuestas.
El por qué del atraco: una crisis imposible de salvar
Sustituimos la guerra y cómo influye ésta psicológicamente en los soldados, por la planificación de un atraco y cómo afecta a sus, la mayoría, noveles rateros. Para Kubrick es muy importante identificar claramente las personalidades de sus protagonistas desde buen inicio del film, antes de adentrarse en el exhaustivo detalle, paso a paso, de las actividades necesarias para cometer el crimen, y por eso decide que las historias personales de los distintos involucrados se presenten secuencialmente, antes de cruzar sus caminos. Así, desde buen inicio sabemos que el film va a plantearnos el atraco a un hipódromo, pero no nos adentraremos en los detalles hasta que no hayamos conocido las circunstancias personales de cada uno de los integrantes más relevantes de la banda.
Utilizando el mismo formato de presentación (travelling horizontal para acompañar a cada uno de los tres hombres cuando llegan a casa y se encuentran con sus parejas, una repetición efectiva para grabar en la mente del espectador las condiciones de cada tándem y permitir empatizar con sus intenciones), primero seguiremos al cerebro de la operación, recién salido de la cárcel, con ganas de dar el golpe perfecto y huir de su pasado con la novia que le ha estado esperando durante tantos años. Él vive mucho el presente, intentando no mirar atrás pero sabiendo que repitiendo errores previos es la única forma de abandonar el pozo sinsentido que es uan vida sin recursos. Se destila en sus actos que está más preocupado por salir de su situación que por realmente forjar un futuro juntos… así que le va bien ella no le lleve la contraria y sea una mera seguidora de todo lo que él dice y hace. Muy posiblemente, ella tenga tantas ganas de salir de allá como él… sea como sea.
La segunda pareja es igual de extrema: él, cajero de ventanilla en el hipódromo, tiene ganas de demostrar a su mujer que es tan hombre como ella desea. Aquí la historia muestra una crisis profunda, muy típica también de la época: tras la guerra no se han podido cumplir los sueños que se tenían de más joven, cuando se sabía toda la vida por delante. Las dudas se apoderan de un hombre que cada vez que actúa ve cómo su mujer pierde más y más la confianza depositada en él. El tándem se complementa con la típica femme fatale de los films de cine negro de las dos últimas décadas: una mujer dominante, atrapada en una vida que no le da lo que necesita. La pareja destila frustración y esperanza para seguir su camino. Solo que éste no es el mismo, ni común para los dos.
Finalmente, la tercera pareja es la más madura. Él, barman en el hipódromo, sabe que con sus ingresos no puede ayudar al tratamiento de su mujer, a la que ni le explica el plan. Mejor que no lo sepa, estará más segura y feliz. Es la pareja que representa la crisis económica por excelencia, la que no se metería en un acto ilegal si no fuese porque es absolutamente necesario. También es la que nos recuerda que es posible el amor incondicional aun en esos tiempos convulsos: él lo hace por ella, para su bienestar, aun sabiendo las graves consecuencias de sus actos si el robo no es perfecto.
Las tres parejas de Atraco perfecto pueden identificarse, también, con tres estadios de la vida: la pareja joven, llena de vitalidad, que vislumbra, que sueña aún un futuro posible y sus múltiples posibilidades; la pareja de mediana edad, que ya ha visto cómo esos sueños de juventud han acabado siendo meras fantasías; la de ancianos, que han superado los altibajos y son felices dentro de la miseria que les rodea. Ilusión, desengaño, y aceptación. Los tres estadios de la evolución del robo, las tres fases de la vida en común, en sociedad.
Pero si algo quiere demostrar Kubrick, al igual que ya lo hizo en Miedo y deseo y El beso del asesino, es que da igual el momento vital. Jóvenes, maduros y viejos… todos ellos están condenados. Es la naturaleza humana. Es el destino de la raza.
Pasado, presente y futuro: el orden no importa cuando uno no sabe cómo actuar
Presentadas las parejas, el éxito del film radica en la objetiva exposición de los acontecimientos. Veremos cómo el líder habla con los distintos implicados, cómo cada uno de ellos ejecuta su parte del trato, y cómo pequeñas variaciones en el plan determinado, por causas ajenas a la voluntad de todos, terminan por evitar alcanzar el resultado tan meticulosamente deseado. Pero debe ser el espectador el que, poco a poco, una las piezas del puzle.
Kubrick vuelve a utilizar la voz en off para situarnos en la acción. Luego, poco a poco, montará las diversas escenas siguiendo la necesaria perspectiva de cada protagonista. Algunas las viven exclusivamente alguno de los integrantes, otras se muestran en repetidas ocasiones para poner el acento en el punto de vista de cada uno de los protagonistas, hasta converger, en el último tercio del film, y explicar ya las consecuencias del atraco una vez todos abandonan el recinto.
Así que el montaje adquiere una relevancia narrativa importante, ya que es la mejor expresión del análisis del irreparable final: ya no únicamente sirve para mantener la tensión de un espectador que sabe debe estar atento a la pantalla para no perderse entre tanto meandro temporal, sino que permite identificar la cuidada planificación (continuamente se va a indicar la hora y minuto en la que cada acontecimiento relevante tiene lugar) con el inexorable azar (retrasarse un minuto porque una señora requiere de los servicios de uno de los policías implicados; impedir que unos compañeros, con toda su buena fe, guarden un paquete lejos de las taquillas estipuladas levanta tantas suspicacias como nervios; ser demasiado amable con el guarda del parking provoca una pérdida de papeles que pone en peligro la cadena de responsabilidades– con un incisivo comentario racista que resulta fatídico para el tirador; pavonearse del atraco acaba implicando a demasiados actores no comprometidos con la causa global; pasar por alto el cerciorarse del tamaño permitido como equipaje de mano se traduce en la pérdida de todo el objetivo) …
El azar, incontrolable, y siempre presente… tanto que desde buen inicio del film Kubrick deja pistas de cómo van a terminar todos los protagonistas relacionados directamente con la ejecución del plan: barrotes, barrotes, barrotes. Reales o proyectados, pero siempre barrotes.
Por si esto fuera poco, el tratamiento temporal transmite también la confusión mental, del momento y de la vida, de sus personajes: dudas, muchos nervios y, casi, un deseo irracional por que las cosas salgan mal, aunque sólo sea por encontrar un sentido a tanto error (“- Tienes que correr.” / “- Y ahora, ¿qué más da?”).
Una confusión arropada, también, por la música (esas inquietantes trompetas iniciales; ese tic-tac, casi imperceptible, de un reloj extradiegético cuando el dubitativo cajero habla tensamente con su irrespetuosa mujer…), la luz (el líder explicando el plan a sus compinches, todos ellos sentados alrededor de una mesa, pero él con la cara en sombras), y el formato de rodaje (cámara en mano filmando temblorosa en la escena de la matanza que da título al film original).
Pasado, presente y futuro están presenten también de forma palpable en muchos de los encuadres durante todo el metraje, identificados con el número tres.
Tres parejas: tres momentos vitales, a aprovechar según las posibilidades de cada uno.
Tres dianas reflejo de sus intenciones, tres altavoces en el hipódromo (imagen insertada tres veces a contrapicado): tres oportunidades para parar y recapacitar… y no ir en contra de la ley.
Tres medias puertas cristalinas, y tres inspectores (también con edades similares a la de los tres protagonistas masculinos): fantasmas del pasado, presente y futuro, que siempre auguran un mismo final.
Y… tres films: resultado de perfeccionar la técnica, y de saber encumbrar un guión no tan atractivo per se, pero sí con una inteligente forma de relatarlo.
Atraco perfecto fue el encumbramiento personal de un Kubrick que ya se sabía, antes que las productoras de los grandes estudios (United Artist limitó su inversión en el film por no considerar al actor protagonista con el caché suficiente), un gran director cinematográfico.
TRAILER – Atraco perfecto (The Killing, Stanley Kubrick, 1956):
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