#Sitges2019N4 (fantasmas)

#Sitges2019N4, Fantasmas: de espíritus y actitudes

 

The Long Walk (Bor Mi Vanh Chark, Mattie Do, Laos/España/Singapur, 2019, Noves Visions)
L’angle mort (Blind Spot) (Íd., Patrick-Mario Bernard, Pierre Trividic, Francia, 2019, Oficial Fantàstic Competició)

 

Si en la primera crónica de este Sitges2019 nos adentrábamos en el duelo, hablando de los fantasmas de las navidades pasadas, presentes y futuras y, por tanto, de los miedos que nos acompañan durante toda nuestra existencia, hoy dos films nos obligan a indagar más, a rebuscar en nuestras emociones y pasado, a empatizar con los protagonistas por muy poco probable, a priori, de que sus vidas se parezcan a las nuestras… ¿o no hay tanto que imaginar?

Tomar decisiones y ser consecuente con los propios actos no es tarea sencilla. A veces, otros tienen que ayudarnos a abrir los ojos. Otras, en cambio, debemos ser nosotros mismos los que seamos capaces de atender a unas necesidades vitales que no tienen por qué limitarse a nuestro propio beneficio. El entorno está ahí no exclusivamente para ayudarnos, sino también para que nosotros hagamos lo propio por un prójimo al que desconocemos, pero amamos inconscientemente. Nos estamos moviendo en un plano esotérico… igual que los films a presentar.

 

The Long Walk

 

Abrimos con The Long Walk, toda una joya de este festival, que exige en su primer tercio una concentración máxima para comprender el por qué de sus saltos. Y es que nos encontramos en un futuro no muy lejano, en la tierra rural de Laos, en la que la evolución tecnológica sólo se etecta al mostrar que ya podemos pagar cobrar directamente en nuestro tejido corporal gracias a chips implantados. Pero lejos de tratarse de una distopía futurista, el apunte será tan secundario en el contexto como clave en la trama:

Descubrimos a hombre de unos sesenta años que lleva una vida sencilla, de chatarrero. Pronto, con toda naturalidad, se intuye que es capaz de ver espíritus, y en concreto a uno de una joven que le acompaña desde hace más de cincuenta años. Conoceremos sus ansias de ayudar a personas que lo están pasando mal, acompañándolas en su muerte, y en su camino hacia “el otro lado”. Y veremso cómo el fantasma que le acompaña, silencioso desde hace décadas, es capaz de llevarle al momento en el que se conocieron, cuando él era tan sólo un niño, pudiendo moverse y ser visto como un pueblerino más.

Pudiendo volver a ver a su madre moribunda.

Pudiendo salvarla.

La trama se complica cuando el vuejo y el niño puedan cruzar de un lado temporal al otro sin dificultad, para ayudarse mutuamente. El niño pide ayuda y consejos, el viejo decide no hacerle pasar el mal trago de ver morir a su madre, ayudándola como ahora hace con los del pueblo. Pero un pequeño cambio puede acarrear terribles consecuencias.

Lejos de utilizar efectos visuales, lejos de plantear giros argumentales o incluso de dotar de explicación al cuándo se inicia un loop (algo que sí se observa en LooperÍd., Ryan Johnson, 2012-, por cierto, film que además tiene muchos puntos en común con The Long Walk en la concepción de la convivencia de distintas líneas temporales y una “misma persona”), el film consigue hipnotizar con la sencillez y lentitud del avance de sus escenas, con la esparna producción. Porque menos es más, y es de agradecer. El director se ahorra explicaciones, deja que sea el espectador el que se pregunte, mucho antes de que llegue a verse en pantalla el por qué, el significado de los pasajes, mientras neustros protagonistas pasean por el largo camino de tierra que les separa. Desde la relevancia de que aparezca el cristal de un armario roto hasta el por qué cuando el hombre cruza de nuevo a su época encuentra a una mujer amordazada en su casa y su lector del antebrazo da error… todo está perfectamente engarzado, y responde a las preguntas que el viejo deberá hacerse hasta tomar una dura determinación: la que pondrá en peligro su propia existencia, por el bien de su comunidad.

Y, por si todo esto fuera poco, por si no teníamos bastante con poder disfrutar de una reflexión tan profunda gracias a un guion y puesta en escena más que planera… la revelación final es aplastante. La asimilación, gracias al fantasma que le ha acompañado tantos años, de que él mismo, y el espectador, ha tenido en gran estima a alguien que quizá no es merecedor de tantas alabanzas… es aplastante. La última escena conmueve, y remueve. No todo es tan sencillo como uno mismo cree.

 

L’angle mort (Blind Spot)

 

Esta reflexión nos da paso a L’angle mort (Blind Spot), film que se vende como el de una persona que tiene que lidiar con un superpoder, el de la invisivilidad, cuando en verdad lo que esconde es una amarga pregunta tan actual como una sociedad que está perdiendo sus valores.

¿Por qué no nos conformamos con lo que tenemos? ¿Por qué querenos más, y si no lo conseguimos, no luchamos por nuestros intereses y los de nuestros allegados? ¿Por qué no encuentramos la felicidad?

La invisibilidad del protagonista, que no es el único que posee ese “poder”, acaba respondiendo a esas preguntas. Y escribo acaba, porque toda la introducción, el descubrimiento de su peculiaridad y cómo él intenta hacer ver que no le importa… se alarga tanto que acaba por desmotivar a un espectador al que se le pide demasiado con demasiado poco. La escena introductoria llama la atención, pero pronto nos damos cuenta de que es inútil, e incluso falsa con respecto a lo que se quiere explicar… y esto resta puntos a un film que podría llegar antes a la cuestión que aborda: cuarentones sin rumbo, necesitados de un revulsivo que les haga despertar.

Quizá el revulsivo es tocar fondo, pero no es necesario. Quizá sólo hay que mirar alrededor, y conformarse con lo que la vida les/nos da.

Así que L’angle mort (Blind Spot) acaba por gustar cuando somos conscientes de que el rollo de la invisibilidad es una patraña, y entramos a querer sentir (quizá porque muchos de nosotros estamos precisamente ahí) lo que siente el viejoven en su día a día, y cómo intenta llamar la atención.

Siempre, llamar la atención. Ser el centro.

Y evadirse cuando así lo necesita.

El miedo de L’angle mort (Blind Spot) se encierra, para no escapar, en formato 4:3. Las dudas, en los silencios de un hombre desnudo escondido entre las sombras, que se siente solo “en el otro lado”, porque allí, ya lo saben, no se encuentras todos los de su condición. El fantasma de L’angle mort (Blind Spot) no es ningún espíritu, es el propio protagonista. Es el que va por la vida haciéndose el gracioso, pero esconde su infelicidad. Es nosotros, en momentos vitales cada vez más lóngevos en una sociedad que cultiva el egocentrismo.

 

TRAILER – The Long Walk (Bor Mi Vanh Chark, Mattie Do, Laos/España/Singapur, 2019, Noves Visions):

 

TRAILER L’angle mort (Blind Spot) (Íd., Patrick-Mario Bernard, Pierre Trividic, Francia, 2019, Oficial Fantàstic Competició):

 

 

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Apasionada del cine y en especial del subgénero de viajes en el tiempo, estudia un Máster en crítica cinematográfica (2008-2009) y se convierte en redactora en El Espectador Imaginario hasta 2011, año en el que cofunda Cine Divergente. Redactora en Miradas de cine desde 2013 y cocoordinadora de su sección de Actualidad desde 2016, además de ser miembro de la ACCEC (Asociación Catalana de la Crítica y Escritura Cinematográfica) desde 2014 (y de su Junta de 2015 a 2019), en los últimos años ha publicado críticas y ensayos cinematográficos, cubierto festivales, participado en programas radiofónicos especializados y colaborado en los libros 'Steampunk Cinema' (Ed. Tyrannosaurus Books, 2013), 'Miradas: 2002-2019' (Ed. Macnulti, 2019), 'El amor en 100 películas' (Ed. Arkadin, pdte. publicación) y 'David Fincher: autoría líquida' (Ed. MacNulti, pdte. publicación). Ahora, y tras cursar un Máster en Gestión Cultural (2016-2018, UOC)- y un Máster en Filosofía (2020-2022) para obtener una visión completamente holística y complementaria también a sus estudios de Ingeniería, amplía sus textos críticos más allá del cine, entrando también en la ficción, y quiere demostrar que "la" realidad no existe y es producto de nuestra imaginación.

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