La favorita

La favorita: ¿el amor de un pueblo? ¿El amor de una amante? No. El amor de una hija. La relevancia de los conejos

 

 

“Dad loves us. Mom loves us. Do we love them? Yes, we do. I love my brothers and sisters because they love me as well. The spring is flooding my house, the spring is flooding my little heart. My parents are proud of me because I’m doing just fine. I’m doing just fine but I will always try harder. My house, you are beautiful and I love you and I will never ever leave you.”

Canino (Kynodontas, Yorgos Lanthimos, 2009)

 

 

Quizá sea cierto que La favorita es el film más convencional de Lanthimos. Quizá sí, el realizador ha querido llegar a más público, suavizando el tono de una propuesta que, a mi entender, ha sido incomprensiblemente recibida como la divertidamente grotesca Barry Lyndon (Íd., Stanley Kubrick, 1975). Quizá es verdad que ha relajado su exposición, con unos diálogos y trama comprensibles, y disfrutables.

Un film sobre la lucha por el poder político, económico y social, tan actual como… esperad.

Esperad.

Un inciso.

En O kalyteros mou filos (Íd., 2001), Lanthimos nos presentaba a dos amigos que desde su más tierna infancia habían crecido intentando ser uno mejor que el otro, hasta que un buen día uno de ellos descubre al otro en la cama con su mujer. En Kinneta (Íd., 2005), se focalizaba en la complejidad de las relaciones, algo que también hacía en Langosta (The Lobster, 2015), haciendo énfasis, además, en la estupidez (llámese controladoras normas morales) que nos empuja a trazar el aburrido camino de la monogamia y superación social.  En Canino (Kynodontas, 2009) analizaba a unos padres tan celosos por la seguridad de sus hijas que les construían un extraño mundo burbuja para que no tuvieran que sufrir. En Alps (Alpeis, 2011) nos hablaba de un mundo en el que las familias contrataban a personas para que sustituyeran a los recién perdidos seres queridos. En El sacrificio de un ciervo sagrado (The Killing of a Sacred Deer, 2017) un huérfano de padre intentaba hacerse un sitio acercándose al que era su ídolo, hasta que descubría que éste no era más que un farsante. Y ahora, en La favorita

 


Una reina que ha perdido diecisiete hijos, cuyo recuerdo mantiene vivo compartiendo su alcoba con diecisiete conejos enjaulados.

Enjaulados. Sustitutos.

Una adolescente, que desde que llega a Palacio busca el favor de esa reina. Una adolescente que ha perdido su status, y su familia. Perdida, en búsqueda continua de aprobación y reconocimiento. En busca de amor.

Reina. Niña. Conejos.

Superpuestos.


 

Así que quizá Lanthimos, simplemente, sigue explorando las entrañas de la familia y los vínculos que necesitamos trazar entre nosotros. La necesidad de sentirse protegido… y las retorcidas lecturas que la protección p(m)aternal puede ofrecer.

“Necesito apoyarme en algo”, dice la Reina, apretando hacia el suelo la cabeza de la adolescente, mientras agarra furiosamente su hermoso pelo. Y ella, la chica… aguanta la humillación estoicamente.

Porque necesita ser querida. Ser necesaria.

Así que no. La favorita no supone ningún cambio radical a este personal buceo del director en la temática familiar, que envuelve, ahora, con un hermoso film de época (porque al fin y al cabo el concepto “familia” sigue siendo el mismo desde hace siglos) en el que vasallos y asesores podrían ser, a su vez, la familia política, esa que siempre quiere sacar provecho propio o ajeno, y las amantes, las hijas que una reina, frustrada madre, desea proteger a toda costa. Un film aderezado además con sutil ironía y cruel comedia engarzada con diálogos supuestamente desconexos, e incluso con secuencias de sexo lésbico que van más allá de su literal lectura pero, por encima de todo, centrado en el descenso a los infiernos de aquella que, también, necesita ser amada incondicionalmente.

Porque La favorita gira en torno a la reina, y al desasosegado mundo que la rodea. En torno a una madre que debe escoger entre su propia felicidad y la de los que le rodean. En torno a una loca, que ha perdido toda esperanza de arreglarse con su repudiado legado.

 

 

 

Ojo de pez, y recargados escenarios: la irritante locura

 

Lanthimos centra su propuesta formal en el uso del gran angular, del ojo de pez. No es un recurso caprichoso: la imagen 360 nos sumerge en un entorno a priori desconocido, permitiendo hacernos una idea global del momento social y cultural en el que se sitúa la acción. Esta presentación permite inmiscuirnos en la acción con una visión privilegiada pero, claro… la época no es lo más relevante en La favorita.

Lo es la mente de nuestra protagonista.

 

 

Una mente distorsionada, tan deformada por la presión del lugar que ocupa (en el país, y como madre de toda una nación…) como retorcida por la autoprotección que ha debido labrarse tras años y años de infortunios. El ojo de pez se utiliza también cuando la reina no está presente, y esa es precisamente la fuerza de su uso: el progenitor, omnipresente, vigila siempre lo que hacen sus descendientes.

Y, claro: a inicios el s. XVIII y en una Inglaterra en la que el pueblo moría de hambre pero sus dirigentes nadaban en la abundancia, Lanthimos presenta ante el espectador toda la grandeza de la corte. Eso sí, con cierta bufa, potenciada por hirientes picados y contrapicados: llamativos trajes, exageradas pelucas, y acartonadas poses rodean a una reina que se siente incómoda en el universo al que ha sido volcada. Una mujer que llora, a veces en silencio, a veces abiertamente, cuando observa, cuando escucha, cuando siente. Una mujer que debe alejarse de ese entorno hostilmente hipócrita que no la deja ser tal y como es: una persona con mucho poder, pero también con dudas, y simples deseos.

 

El significado de ser “la favorita”

 

En contraposición a todo este impersonal carnaval se encuentran las dos “favoritas”: Lady Sarah, siempre vestida con tonos sobrios. Elegante, sin excesos. Es la figura racional, la que aporta equilibrio a la reina, y a su reinado. La que se atreve a decirle exactamente lo que piensa, y lo que pasa. La envidiada por todos, que no tiene necesidad de gustar, ni de integrarse. Es lo suficientemente respetada como para comportarse con la naturalidad que se le antoja, y que tanto perturba, por la desconexión que supone su figura con el entorno que la rodea, el mundo representado por Lanthimos.

 

 

Las líneas de guión de Lady Sarah se adaptan tanto al entorno en el que debe defenderse (“dígamelo a mí, me encanta la comedia. ¿Hay pastel?”) como al que percibe el atónito espectador (“estás loca”; “pareces un tejón”). Para Lanthimos, sin lugar a dudas, es la representación del amor incondicional. Ese que hará lo imposible por la persona amada. Ese que sufre al hacer sufrir, y no le tiembla la mano incluso cuando debe repudiarse a sí mismo.

La relación de Lady Sarah con la Reina Ana es de confidentes, de amantes… pero también de hija-madre, madre-hija.

La hija se rebaja para volver a tener el favor de su protectora.  La madre sufre al alejar a su retoño, al perderlo para siempre. El dolor de la pérdida se convierte en físico…. El favoritismo va más allá del truculento sexo, que no es más (y no sería Lanthimos si no provocase) que la representación de la relación de confianza máxima, del vínculo extremo.

Y si Lady Sarah es la verdadera favorita (tanto de la reina como de Lanthimos), en contraposición encontramos a Abigail: primero con las ropas de una simple sirvienta, luego, de forma progresiva, entrando en el juego de la corte… pero siempre intentando imitar el estilo de su rival. De su hermana mayor.

 

 

El juego le gusta. Y no únicamente porque desee recuperar el poder y status arrebatado, sino porque es lo que piensa la reina requiere de ella para acogerla, para amarla. Así que Abigail pasa de inmiscuirse en la vida de la reina a, poco a poco, comportarse como la hija rebelde que pronto se arrepentirá de su osadía: recordemos si no esa escena en la que entra borracha a la estancia de la reina: ¿no nos lleva a pensar en cualquier momento madre-hija en el que la primera desea compañía y amor, mientras la segunda cree que tiene la influencia suficiente como para ignorar los deseos de la que la cuida? Se trata, pro un lado, de adolescencia pura y, pro otro… de frustración de haber perdido, de nuevo, al retoño tan amado.

Conejos. Gregarios y jerárquicos. Amables y territoriales.

Así que no, en La favorita no se nos habla de la rivalidad entre dos mujeres por mantenerse en el poder, sino de la rivalidad de tres personas por conseguir ser amadas. La más madura comprenderá y aceptará estoicamente la inocencia de la que la ha apartado. La niña, se dará cuenta de que sus ansias de protección se han vuelto en su contra. Y, en medio, una mujer poderosa pero perdida, que lucha por seguir viviendo en un pasado imposible de retomar, y que es incapaz de conservar la devoción de sus allegadas. A no ser que las encierre. Como a conejos.

 

TRAILER – La favorita (The Favourite, Yorgos Lanthimos, 2018):

 

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Apasionada del cine y en especial del subgénero de viajes en el tiempo, estudia un Máster en crítica cinematográfica (2008-2009) y se convierte en redactora en El Espectador Imaginario hasta 2011, año en el que cofunda Cine Divergente. Redactora en Miradas de cine desde 2013 y cocoordinadora de su sección de Actualidad desde 2016, además de ser miembro de la ACCEC (Asociación Catalana de la Crítica y Escritura Cinematográfica) desde 2014 (y de su Junta de 2015 a 2019), en los últimos años ha publicado críticas y ensayos cinematográficos, cubierto festivales, participado en programas radiofónicos especializados y colaborado en los libros 'Steampunk Cinema' (Ed. Tyrannosaurus Books, 2013), 'Miradas: 2002-2019' (Ed. Macnulti, 2019), 'El amor en 100 películas' (Ed. Arkadin, pdte. publicación) y 'David Fincher: autoría líquida' (Ed. MacNulti, pdte. publicación). Ahora, y tras cursar un Máster en Gestión Cultural (2016-2018, UOC)- y un Máster en Filosofía (2020-2022) para obtener una visión completamente holística y complementaria también a sus estudios de Ingeniería, amplía sus textos críticos más allá del cine, entrando también en la ficción, y quiere demostrar que "la" realidad no existe y es producto de nuestra imaginación.

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