Mi amor (Mon roi)

Encontrar la luz cuando todo se desmorona

 

“Rápido, Campanita —susurró—, cierra la ventana. Con cerrojo. Muy bien, y ahora tú y yo salimos por la puerta. Y cuando Wendy vuelva pensará que su madre no quiere que entre y tendrá que volver conmigo.”

Extracto del libro Peter Pan y Wendy  (J. M. Barrie, publicado en 1911)

 

 

Oscuridad

 

El “amor de tu vida” no siempre es compatible contigo, o no es lo mejor para ti, aunque no te des cuenta de ello.

Tu familia y amigos te lo han dicho cientos de veces, pero tú siempre acabas defendiéndole, o quitando importancia a los ejemplos concretos que todos te señalan acerca de su comportamiento. Ellos, sin éxito, quieren que abras los ojos a una realidad que reconocen, y comparten. Una realidad que no, no es la tuya. Porque te repites, continuamente, ideas del tipo…

 

“Él/Ella me quiere, ¿no lo veis? Siempre acaba volviendo. Me quiere. Necesita su espacio, porque en el fondo sigue siendo el Peter Pan del que me enamoré. Y si lo hice, por algo fue. No puedo cambiarle, no debo cambiarle. Si lo intento, si se lo hago ver, no volverá. Y tiene que hacerlo. Porque me necesita.”

 

…hasta que, consciente o inconscientemente, provocas un sobresalto en tu resignada, apagada vida. Algo que te ayude a despertar, a analizar la verdad de tu día a día. Algo tan simple como, por ejemplo, romperte los ligamentos en un absurdo accidente de esquí. Un accidente que te da tiempo a pensar en varios pasajes de tu vida… con el “amor de tu vida”.

Maïwenn firma un quinto largometraje que combina el intimismo de sus imágenes con su relato objetivamente enlazado. No, no es una contradicción. Porque si algo consigue la directora es, precisamente, plantear la vida de Tony (Emmanuelle Bercot) y Georgio (Vincent Cassel) sin caer en la exaltación del punto de vista exclusivo de la mujer, por mucho que todo el filme se construya a través de los recuerdos de ella a modo de flashback recurrente, gracias al sencillo pero efectivo montaje seleccionado: La directora simplifica su propuesta pautando cada recuerdo, que sí avanza cronológicamente, entrecortándolo con la salida del pozo de la mujer (es decir, con el avance en su recuperación física, a la vez que mental). Una comparativa que aunque podría calificarse de vacua por simplista, se reconoce ayuda al espectador a empatizar con el personaje.

Porque, como decíamos, la intención no es exaltar a un personaje sobre otro. De hecho,  cuando parece se pone del lado de la mujer, rápidamente el flashback nos trae una imagen, una situación, que nos hace pensar de forma muy distinta sobre ella. Por otro lado, cuando conocemos a Georgio, un hombre admirado por sus amigos y por sí mismo, que se moverá estratégicamente, la empatía es instantánea. Dos personas muy diferentes presentadas de forma que incluso en la escena final, poderosísima, se logrará la división de opiniones. Como en la vida real.

Primerísimos planos de la pareja feliz, o de la mujer sola. Escenas de complicidad salpicadas con la frialdad de un final anunciado. Reprochable es, únicamente, la escena de la comida con los amigos. No por ser exagerada, sino por parecer demasiado forzada, por no encontrar su lugar en un montaje (a esas alturas del filme, demasiado precipitado). En cualquier caso, Mi amor (Mon roi) puede compararse con dos recientes filmes que tratan también el amor desde dos perspectivas distintas, tratadas las dos aquí por Maïwenn:

La primera es hablar del amor entre dos personas de forma que se muestre el por qué, aunque existe una profunda atracción, deseo y sobre todo, claro, amor, no pueden estar juntas. Utilizando también un montaje a modo de flashback como técnica principal, mucho menos evidente que el de Mi amor (Mon roi), en Blue Valentine (Íd., Derek Cianfrance, 2010) el director y guionista firma un nostálgico filme que se diferencia del tratado aquí por conseguir terminar su exposición (ese “era inevitable”) de forma que el espectador comparta la decisión de los dos enamorados. En Blue Valentine no hay maltrato ni crueldad. Simplemente, hay desgaste. El desgaste de una pareja que, por conocerse demasiado pronto, se da cuenta de que tiene que seguir caminos distintos.

Aunque les duela a los dos.

La segunda es cómo una de las dos personas acaba dándose cuenta de que está atrapada en una relación que desde hace tiempo le ha hecho virar su propia personalidad. Es el caso de Revolutionary Road (Íd., Sam Mendes, 2008), en el que la mujer acaba por huir de ese encierro de la peor forma posible. Al igual que en Mi amor (Mon roi), el hombre no es consciente del efecto que produce en los demás pero, por el contrario, encontramos aquí a un hombre también atrapado por la vida que debe llevar, o se supone debe llevar, en la época que le ha tocado vivir. Él no es Giorgio, un vampiro energético. Él es, únicamente, el típico hombre norteamericano de los años cincuenta.
Los tres filmes juegan con el flashback, con la necesidad de objetivizar la relación sin acercarse a una de las dos partes más que a la otra, y con dejar a la opinión del espectador la conclusión principal.


Pero Mi amor (Mon roi) destaca, frente a las otras dos, en el intimismo impregnado en todas sus escenas. Un intimismo crucial para atrapar emocionalmente al espectador y acompañar a la pareja protagonista. A la pareja, en plural.

Es curioso ver cómo esta “objetividad intimista” en su planteamiento es la que está recibiendo mayores críticas cuando, verdaderamente, es la mejor baza de Mi amor (Mon roi). Las intenciones del filme no pueden ser menos sinceras: sí, se habla del maltrato, sobre todo psicológico. Sí, se habla de cómo una persona puede verse arrastrada por la energía de un amor tóxico. Pero no se posiciona. Lo que se pretende, verdaderamente, es que ese posicionamiento del espectador llegue tras dejar reposar el filme, no durante su visionado. De la misma forma que Tony analiza su vida, el espectador analizará el filme, y acabará por darse cuenta de que la normalidad de muchas situaciones planteadas, tan frescas que nos arrancan una sonrisa la mayoría de las veces, no es tal. Y no nos engañemos: no son imposibles, algo que muchos han llegado a plantearse. Los que hemos vivido una situación similar podemos poner la mano en el fuego.

mi amor mon roi 2

 

Luz

 

El amor de tu vida no tiene por qué estar en un pedestal. No tiene por qué ser el centro de todas las miradas, y actividades. El amor de tu vida, muy posiblemente, no sea ni tan siquiera consciente del daño que te provoca. Pero de ti depende saberlo.

 

TRAILER – Mi amor (Mon roi, Maïwenn, 2015):
 

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Apasionada del cine y en especial del subgénero de viajes en el tiempo, estudia un Máster en crítica cinematográfica (2008-2009) y se convierte en redactora en El Espectador Imaginario hasta 2011, año en el que cofunda Cine Divergente. Redactora en Miradas de cine desde 2013 y cocoordinadora de su sección de Actualidad desde 2016, además de ser miembro de la ACCEC (Asociación Catalana de la Crítica y Escritura Cinematográfica) desde 2014 (y de su Junta de 2015 a 2019), en los últimos años ha publicado críticas y ensayos cinematográficos, cubierto festivales, participado en programas radiofónicos especializados y colaborado en los libros 'Steampunk Cinema' (Ed. Tyrannosaurus Books, 2013), 'Miradas: 2002-2019' (Ed. Macnulti, 2019), 'El amor en 100 películas' (Ed. Arkadin, pdte. publicación) y 'David Fincher: autoría líquida' (Ed. MacNulti, pdte. publicación). Ahora, y tras cursar un Máster en Gestión Cultural (2016-2018, UOC)- y un Máster en Filosofía (2020-2022) para obtener una visión completamente holística y complementaria también a sus estudios de Ingeniería, amplía sus textos críticos más allá del cine, entrando también en la ficción, y quiere demostrar que "la" realidad no existe y es producto de nuestra imaginación.

1 comentario sobre «Mi amor (Mon roi)»

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