Le Daim (#Sitges2019N10)

Le Daim: la chaqueta, la obra, la industria cinematográfica y sus profesiones

 

“Don’t look at the acts, look at the works.”

La casa de Jack (The House that Jack Built, Lars Von Trier, 2018)

 

Si hace un año disfrutábamos en Sitges 2018 de La casa de Jack, la película en la que Lars Von Trier reflexionaba sobre el papel del director en la creación de su obra y firmaba una confesión auto-burlesca sobre su proceso creativo y todas las personas de las que se había aprovechado para desarrollar su arte (nunca olvidaré esa escena en la que pone en fila a “la crítica”para intentar matarnos a todos con una única bala), poco imaginábamos que Dupieux traería a Sitges 2019 la misma idea de base con Le Daim.

Pero Dupieux, como Von Trier, no podia centrarse en el tema a tratar de forma directa, claro.

 

 

Desde la sorprendente aunque no primera del director Rubber (Íd.,  2010), hasta Bajo arresto (Au poste!, 2018), pasando por esa maravilla espacio temporal abstracta que es a nivel personal su mejor film hasta el momento, Réalité (Íd., 2014), Dupieux ha demostrado que el cine es un instrumento para hacer reflexionar al espectador, partiendo de material bizarro y humor absurdo, y que no hay mejor lenguaje para convertir, mezclar y estirar ideas y objetivos. Con Le Daim es menos críptico en su mensaje, e incluso su metáfora es mucho más cercana que en sus otros films, pero, la verdad: igual de fascinante.

Georges llega a un pueblo remoto (en coche, con autoalusión con un plano tan innecesario como autoexplicativo de la rueda del coche a la película que le puso en el punto de mira) para comprar una chaqueta de ante ya apalabrada. El vendedor, complacido con el trato, le regala una cámara de vídeo digital. “El digital es lo mejor”, le dice. Desde que se ve por primera vez en el espejo con su nueva adquisición, no lo duda: es su estilo, y va a llevarla en cualquier momento. Tanto es así que su objetivo será conseguir que nadie más lleve chaqueta, e intentará alcanzar su cometido gracias a comenzar a grabar a personas diciendo “no volveré a llevar chaqueta nunca más” para la que se ha convertido en su nueva obsesión: hacer una película.


“Con esa pinta no pareces director de películas serias”, dice al poco de comenzar el metraje una de las protagonistas a Georges. El mimetismo George-Dupieux está servido, al igual que el significado de llevar una chaqueta que te haga sentir superior.


Georges experimenta con su cámara. Se filma con la chaqueta, de cuerpo entero, o los detalles de los flecos. La chaqueta le habla, su obra le habla. Y le dice que es única. Así que comienza consu objetivo: que su chaqueta sea la mejor de todas. Qu e todo el mundo hable de ella.

Porque su chaqueta es importante para él, y tiene que serlo para los demás. “¿Estáis hablando de mi chaqueta?”, le dice a las dos chicas del bar, sorprendidas por una pregunta tan fuera de lugar como el mismo George. El nuevo director piensa que su obra merece ser el centro de atención, y no comprende que muchos ni reparen en su presencia. Que muchos no le conozcan.

Un film se hace para ser observado, y se hable de él. El público es un elemento importante, pero no tanto como el poder llevar a cabo la obra. Así que en verdad da igual si los espectadores comprenden lo que el guionista y director quiere transmitir con ella. De hecho, quizá el director ni tan siquiera tiene una idea preconcebida de lo que quiere, y sólo filmando termina por decidir qué quiere que acabe siendo ese legado. Es cuando la obra le hablará… seguramente fruto de un montaje que saque lo mejor de la idea originial.

El público puede estar pensando en un momento del film que Le Daim habla de la intimidad de las personas, de su soledad y su necesidad de autoprotegerse. No es así, pero a Dupieux le da igual. Incluso se burla un poco de esa necesidad de comprender, sin ningún tipo de malicia. De hecho, incluso incluye en un diálogo la referencia: “creo que comprendo el significado… todos llevamos una coraza”, dice la camarera-montadora que se ha agenciado, una vez se ha enterado de que existe la profesión de editor de películas.

Porque el director necesita de más que únicamente su propio talento. Si es que lo tiene.

Lo tenga o no… lo importante es estar seguro de sí mismo. Eso sí, es fácil que el éxito, si llega, se suba a la cabeza. Y el egocentrismo es el primer aliado del fracaso. George venera tanto a su chaqueta como a sí mismo llevándola puesta.

La chaqueta ya no es suficiente. Botas, pantalones, guantes de ante. Una filmografía debe ser completa, y debe ser la marca de presentación de la autoría. “Joder, qué estilazo”, se dice George cada vez que se mira en el espejo. Pocos serán los que le den la razón. Quizá porque no lo compartan, quizá porque no sea de su agrado.

La obra de un autor no tiene por que ser siempre bien recibida. A veces, ni tan siquiera es conocida.

Pero sí tiene que haber otra persona, como mínimo, que comparta esa afirmación. Que pueda decir, junto al director, que ir vestido de arriba abajo de ante es “un estilazo”.

Y ese, claro, es el productor. El que cree en el proyecto. El que pone el dinero.

 

 

“Necesito que filmes desde más cerca, necesito más sangre”. El productor tiene derecho a dar su opinión, almenos por ser el que está financiando la película. Denise, la montadora accidental, ha visto los planos erráticos de Georges y se ha entusiasmado. No comprende que el objetivo del hombre sea que él sea el único en llevar chaqueta, pero aún así le da la razón… porque cree que el producto final va a ser tan bueno como lucrativo.

Un director tiene que defender su estilo… y a veces, como en Le Daim, incluso puede aceptar que las ideas del productor benefician a la obra.

A estas alturas del film, es evidente por qué Georges roba un libro titulado “profesiones del cine”, que acabará apareciendo en varios planos.

Aunque siempre hay quien juzgue la obra, como un niño que vigila y persigue a George con cara de malos amigos mientras éste intenta culminar su proyecto. El niño puede ser la crítica del cine (aquí no nos disparará a matar como Von Trier, pero sí nso arrojará una piedra a la cabeza), o el representante del estudio que apadrina la película…. Sea el que sea, el cierre elegido por Dupieux responde a las dos profesiones. Porque si el director cae, por una mala crítica o por entregar un producto que no es del agrado de todos… siempre habrá otro que consiga sacar proyecto de la obra.

Lo decía al inicio: el análisis de Le Daim es sencillo, pero también puede que todo lo aquí escrito no tenga nada que ver con lo que Dupieux quiere decir con su última película. Quizá el foco no haya que ponerlo en el objeto sino en los planos del ciervo, la materia prima de la chaqueta. Quizá en el impermeable a lo American Psycho (Íd., Mary Harron, 2000), la protección de la chaqueta de ante para que no se manche de la sangre de los que no quieren unirse a su objetivo. Quizá no exista foco sino que se trata de una obra experimental, y sólo queda deleitarnos en cómo se las arregla el director para transmitir con planos aparentemente sencillos, o en el uso de una música de thriller psicológico a lo Psicosis (Pshyco, Alfred Hitchcock, 1960) que, más allá de la autoparodia, la hace sonar en los momentos clave en los que está cuestionando a Georges/a sí mismo, incluso cuando aún estamos lejos de pensar/saber que Le Daim es cine dentro del cine. Pero vaya, ya he vuelto a escribir sobre el foco que aquí defendemos….

Sea como sea, Le Daim es un motivo más para seguir a Quentin Dupieux y su filmografía. Por ahora, siempre en el Festival de Sitges tenemos esa oportunidad.

 

TRAILER – Le Daim (Íd., Quentin Dupieux, 2019):

 

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Apasionada del cine y en especial del subgénero de viajes en el tiempo, estudia un Máster en crítica cinematográfica (2008-2009) y se convierte en redactora en El Espectador Imaginario hasta 2011, año en el que cofunda Cine Divergente. Redactora en Miradas de cine desde 2013 y cocoordinadora de su sección de Actualidad desde 2016, además de ser miembro de la ACCEC (Asociación Catalana de la Crítica y Escritura Cinematográfica) desde 2014 (y de su Junta de 2015 a 2019), en los últimos años ha publicado críticas y ensayos cinematográficos, cubierto festivales, participado en programas radiofónicos especializados y colaborado en los libros 'Steampunk Cinema' (Ed. Tyrannosaurus Books, 2013), 'Miradas: 2002-2019' (Ed. Macnulti, 2019), 'El amor en 100 películas' (Ed. Arkadin, pdte. publicación) y 'David Fincher: autoría líquida' (Ed. MacNulti, pdte. publicación). Ahora, y tras cursar un Máster en Gestión Cultural (2016-2018, UOC)- y un Máster en Filosofía (2020-2022) para obtener una visión completamente holística y complementaria también a sus estudios de Ingeniería, amplía sus textos críticos más allá del cine, entrando también en la ficción, y quiere demostrar que "la" realidad no existe y es producto de nuestra imaginación.

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