Dejando (bastante) alto el listón… a por una nueva década (#Sitges2017N8)
Se acaba Sitges 2017 y hacemos balance, como no puede ser de otra forma…
51 films vistos en 10 días, en los que la venganza al más puro estilo americano ha parecido ser el leitmotiv de la edición (es decir, sin miedo a ninguna represalia, sin miedo a ser violento, sin miedo a derramar sangre… da que pensar que sean los films más aplaudidos en las salas de este festival); en los que los films de ciencia ficción casi han brillado por su ausencia (gracias a esa notable Salyut-7 – Íd., Klim Shipenko, 2017 – nos hemos podido quitar el gusanillo, un film notable que sorprende pro saber marcar bien el tempo para mostrar la reparación de la estación espacial sin tener que caer en sentimentalismos fuera de lugar); en los que el fantástico se ha limitado casi exclusivamente a mucha película sobre bucles temporales, y todas muy similares (demasiado, incluso, aunque destacando Black Hollow Cage – Íd., Sadrac González-Perellón, 2017), con una propuesta formal notable de guión agradablemente cerrado que destila mucho trabajo, pero que cojea mucho por culpa de su casting y de la dirección de actores)… y en los que la media es de bien, algo muy sorprendente, ya no por histórico, sino por demostrar que el género está en plena forma.
En cuanto a la organización, la presión del 50 aniversario no se ha dejado traducir en grandes retrasos en las proyecciones. Sí se han echado de menos visitas de mayor calibre, y, como siempre, un mejor trato a la prensa (la petición de tickets, reforzada por el mal funcionamiento de la web, sigue siendo una pesadilla…), aunque esto último ya está, lamentablemente, asumido.
Así que, a la espera de que el año que viene sí podamos disfrutar más del fantástico que del terror (aunque se repita temática, que se homenajee a 2001: Una odisea del espacio – 2001: A Space Odissey, Stanley Kubrick, 1968 – ya nos hace sonreír), reivindicación que vamos repitiendo anualmente, dejamos el top de la revista, con enlaces a textos escritos durante el festival o incluyendo una pequeña reseña que los describa lo mejor que sabemos. Y, para conocer la rápida opinión de los 51 films, se puede seguir en el twitter de la redactora, Momento #Sitges50 #Sitges 2017. ¡Hasta el año que viene!
10. Kaygi (Inflame, Ceylan Özgün Özçelik, Turquía, 2017, Noves Visions One)
“Kaigy (Inflame) arrastra al espectador al incendio para que sienta lo que se debió (y debe) sentir siendo víctima, o hijo de víctimas, de una injusticia tan enorme.”
9. The Endless (Íd., Justin Benson, Aaron Moorhead, 2017, SOFC)
“Disfrazada de thriller sobre sectas (…), The Endless avanza dando giros inesperados hacia bucles temporales, extraterrestres endiosados y seres humanos resignados. Y todo con un muy bajo presupuesto, suplido con mucha imaginación.”
8. Indiana (Íd., Ton Comas, 2017, Noves Visions Plus)
Indiana abre como un documental: varias personas hablan a cámara sobre sus experiencias paranormales: posesiones, objetos que se mueven, gritos de fantasmas… A partir de ahí Comas nos presenta a los dos protagonistas, socios dedicados a la limpieza de espectros que molestan a los vivos, y nos sumerge en un film de casas habitadas por fantasmas. Pero no todo es lo que parece: a base de mostrar melancólicos paisajes de la zona “bañados” por supuestos programas radiofónicos en los que se habla del tema, el director muestra, con montaje en paralelo, el asesinato de un hombre, algo que aparentemente no tiene que ver con la historia que se nos presenta. Comas juega con el espectador, permitiéndole sobrecogerse con el tema espectral, para llevarle al terreno de la duda sobre las verdaderas intenciones de los protagonistas, y para acabar dejándole boquiabierto con el link entre historias. Porque Indiana avanza lenta pero segura, dejando que el espectador descubra por sí mismo el verdadero sentido del film, una denuncia objetiva que acabamos o no comprando pero que sorprende, finalmente, por una crudeza tan inesperada como real.
7. Caniba (Íd., Lucien Castaing-Taylor, Verena Paravel, 2017, SOFC)
Que un film sobre un famoso caníbal japonés con serios problemas mentales que mató y se comió a mediados de la década de los ochenta a su mejor amiga de la facultad pueda ser incluso elegante… parece una exageración. Pero no lo es. Los directores consiguen presentar de forma muy respetuosa a su protagonista, centrando su propuesta en mostrar primerísimos planos del hombre, dejándole hablar y explicarse dentro de su locura, y desenfocando intencionadamente las imágenes de esas lentas conversaciones con una doble finalidad: por un lado, que permitan relajar al espectador la visión de algunas escenas muy duras (entre ellas vislumbrar claramente la cara de perturbado de su protagonista); pero, por otro, que resulten más perturbadoras aún. Momentos como en los que claramente se autoproclama loco, con amarga convicción, o como cuando se nos muestra el manga que dibujó, con todo detalle, del crimen y los emociones que a él le embargaban mientras lo cometía, acaban dejando sin palabras a un espectador que no sabe si está horrorizado frente a una velada violencia, o simplemente hipnotizado por ella.
6. El sacrificio de un ciervo sagrado (The Killing of a Sacred Deer, Yorgos Lanthimos, Reino Unido, 2017, SOFC)
“Lanthimos nos sumerge en las dos horas de metraje en una reflexión sobre el sentido de la pareja, como hizo en Langosta; sobre el sentido del sobreproteccionismo de una generación que pierde los estribos si pierde el iPod, como hizo en Canino; sobre lo fuerte que pueden ser los vínculos entre seres humanos que pertenecen a una misma familia por verdadero azar genético, com en Alps… pero le añade, ahora…”
5. November (Íd., Rainer Sarnet, 2017, Oficial Fantàstic Discovery)
November es un film mágico. Por su propuesta, por sus imágenes, por su iluminación. El folklore estonio se entremezcla a la perfección con la historia universal de la diferencia de clases, historias de amor imposibles y creencias paganas. Demonios, muertos que visitan a sus familiares el día de todos los santos, esclavos hechos de trozos de metal, brujas que recomiendan hechizos poco útiles para reírse de los que buscan el amor verdadero y muñecos de nieve que recitan poesía… ¿Sorprendente? Sí. Y muy cautivador.
4. Yoru wa Mijikashi Arukeyo Otome (Night is Short, Walk on Girl, Masaaki Yuasa, 2017, Anima’t)
Una chica a la que le gusta mucho el alcohol; un chico que hace todo lo posible para poder encontrársela sin que parezca que la acosa, apelando al destino; un joven que prometió no cambiarse los calzoncillos hasta no reencontrar a la que cree es el amor de su vida, que conoció en una curiosa situación, y que representa una obra de teatro pro las calles del pueblo de forma clandestina para llamar su atención; el Dios de los libros de segunda mano; la policía al servicio de un estudiante al que le gusta disfrazarse de mujer; el baile de los sofistas… Todo esto es el mejor film de animación visto en la sección en esta edición, al que lo único que se le puede echar en cara es el descuidado trazo de alguna de sus imágenes, peccata minuta comparada con un rimo frenético que, sumado a la histérica propuesta, no permite desconcentrarse ni un sólo momento para no perder el hilo de una historia que, en verdad, no tiene ni pies ni cabeza. Ni falta que le hace.
3. Jupiter holdja (Jupiter’s Moon, Kornél Mundruczó, 2017, SOFC)
La ganadora a la mejor película del festival en esta edición 2017 se plantea la mejor forma de hacer que el espectador conozca la odisea del refugiado en los países europeos. Una odisea que se inicia en el viaje de entrada clandestina al continente y que continúa con el saber lidiar con las mafias de su propio país y con las del de “acogida”, además, claro, de saber evitar a la policía.
Y el director propone que el espectador se acerque a conocer esta verdad incómoda a través de la ciencia ficción: con largos planos secuencia que se repiten durante casi todo el metraje, se nos presenta a Aryan, un sirio que, tras ser disparado por la policía húngara en la frontera, es capaz de volar. Como un ángel. Aryan es descubierto por un médico corrupto que le utilizará para ganar el suficiente dinero para saldar una deuda y no llevar el caso de negligencia médica del que le acusan a los tribunales.
Obviamente, el director juega con la “habilidad” de Aryan para presentarle, a él y a todos los refugiados, como personas como cualquiera de nosotros: bondadosas, con un pasado que les gustaría recuperar, y con un futuro incierto, pero con ganas de tenerlo. Como ángeles. La poesía que otorga cada vuelo de Aryan a la historia cala en el espectador para identificarse con él, para presentarle sus dificultades y la “magia” que debe aplicar para superarlas, y para rebaja la tensión de un tema que, quizá por estar tan presente en las noticias, lo tratamos ya como normal, cuando nunca deberíamos considerarlo como tal. Quizá, si Jupiter’s Moon fuese un documental, poca gente iría ya al cine a verlo.
Por otro lado también destaca en la historia esa puerta abierta a la esperanza, no únicamente para el refugiado (y los países que deberían hacerse cargo de ellos), sino para los corruptos que se aprovechan de su situación. Lo vemos en los personajes del medico y el policía que dispara a Aryan al inicio del film, por ejemplo. Pero también en la doctora, o en algunos de los compañeros de viaje del sirio.
Elegante e inspiradora, Jupiter’s Moon se disfruta durante el visionado si nos dejamos llevar por la singular propuesta, además de por sus bellas imágenes, para luego no poder quitarnos de la cabeza su real, y realista, mensaje:
Todos deberíamos ayudarnos, los unos a los otros, y no vernos, siempre, como amenazas a nuestra convivencia.
2. Marjorie Prime (Íd., Michael Almereyda, 2017, Noves Visions One)
“Marjorie Prime nos sitúa en una distopía demasiado afín para no pensar que puede ser, en breve, una realidad: ¿Cómo superar la pérdida de un ser querido? Comprando un holograma que le represente.”
1. A Ghost Story (Íd., David Lowery, 2017, SOFC)
“El dolor de M, el dolor de C, se plasman en cada escena de A Ghost Story. Los planos, lentos y bellísimos, marcan a fuego en el espectador la importancia de valorar el día a día, de no forzar situaciones, de dejarse llevar y no autoimponerse responsabilidades que nadie nos ha pedido.”