Honeyland (#DocsBcn2019N2)

Honeyland: nostalgia de una vida no vivida

 

“Viaje imposible hacia un no-lugar.
Materia oscura hecha de vacíos.
Butacas que ahí quedarán.
O aquel billete siempre en los bolsillos.
No recuerdo, una anti-historia mejor,
de contenido incierto.”

Fragmento de Los días no vividos (Love of Lesbian, La noche eterna / Los días no vividos, 2012, Warner Music)

 

Dejar huella, no ser olvidado/a. Que tu no-vida tenga una razón de ser.

Tal y como confirmaba la directora de Honeyland, la protagonista del film les abrió las puertas de su casa, de su vida, precisamente para eso. Para darse una oportunidad. Para sentir.

Y hacer sentir.

 

 

Honeyland condensa humanidad, ecología, tradición y esperanza. Con más silencios que diálogos, con una mirada objetiva que no se olvida de dejar entrever su empatía hacia lo que está observando, nos presenta la vida de esta mujer de la República de Macedonia, la última de su clan, obligada a quedarse soltera para atender a sus padres, y que ha encontrado en el cuidado de las abejas su reto para continuar. El documental nos la introduce de la mejor manera: siguiéndola hacia la recogida de la preciada miel, rodeada de los sonidos de la naturaleza (y ese permamente zumbido de las abejas), volviendo a casa a cuidar de su madre enferma, trasladándose a la ciudad para la venta ambulante… y descubriéndonos que no ha sucumbido a la depresión, a dejarse, cuando nos sorprende comprándose tinte para el pelo.

Un pelo que nunca muestra, escondido bajo el eterno pañuelo.

El uso de varias cámaras para combinar los primeros planos de nuestra heroína con los travellings de vastos paisajes de la rocosa zona, aderezados con encuadres dentro de la casa, invariables, que traducen el confinamiento físico y mental de la mujer en sus largos años de  sacrificio… con sólo esta parte de la historia, Honeyland ya cumpliría su objetivo. Pero además introduce un elemento adicional: con la llegada del buen tiempo, una familia nómada acampa al lado de la casa de la mujer. Con ellos llega el contraste: de la calma y serenidad, al alboroto de los niños, a los chillidos, y a los problemas.

 

 

Los directores han sabido recoger y escoger las mejores imágenes para mostrar esta dualidad: de la familia conoceremos los problemas económicos, la dificultad de la convivencia, y la necesaria pillería para salir adelante. También el como incluso los niños son conscientes de que la vida que llevan no es óptima.  De la mujer, que su bondad e ilusión no tiene límites, aceptando las perrerías a las que sus nuevos vecinos la instigan. No con maldad, pero sí con mucha envidia. Reconocemos la vitalidad de una mujer capaz de enseñar a los más pequeños el oficio, una mujer que intenta cuidarles como esa madre que no ha podido ser por su personal condición. La observamos disfrutar, en definitiva, de esa vida arrebatada.  Sus ganas de compartir experiencias y emociones, y sentimientos, sorprenden por verse reflejadas en la necesidad de alegrar la vida de los que la rodean. Quizá para no caer en la trampa de la autocompasión. Quizá porque encuentra, por fin, un motivo para mostrarse tal y como es ella…

 

 

Reconocemos entonces a una mujer deseosa de compartir risas, completamente diferente a la que se debe a las cuatro paredes de la eterna celda en la que se ha convertido su casa semiderruida y, cuando su situación cambia… lloramos por la persona, ella misma, esa que… se confunde con el paisaje. Una persona que, por una voluntad propia que ya ha convertido también en dolorosa traición/tradición, debe repetir los pasos que la han llevado a ser quien es. Y lejos de caer en lamentaciones, su cara sólo refleja inocente sonrisa. Ni amarga, ni rabiosa. Simplemente, bondadosa y reflexiva. Así la captan las cámaras de Honeyland, así reconocen la valentía de la que convive con sus propias frustraciones, sin esperar grandes cambios pero, a su vez, que está orgullosa de lo conseguido. Y así arrancan lágrimas a un espectador que ha sido conmovido con una historia de realidad, alejada de la vorágine de la gran ciudad y no obstante cercana, muy cercana, a los cotidianos reveses. Honeylanduno de los grandes Tops de este DocsBarcelona 2019.

 

TRAILER – Honeyland (Íd., Tamara Kotevska, Ljubomir Stefanov, 2019):

 

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Apasionada del cine y en especial del subgénero de viajes en el tiempo, estudia un Máster en crítica cinematográfica (2008-2009) y se convierte en redactora en El Espectador Imaginario hasta 2011, año en el que cofunda Cine Divergente. Redactora en Miradas de cine desde 2013 y cocoordinadora de su sección de Actualidad desde 2016, además de ser miembro de la ACCEC (Asociación Catalana de la Crítica y Escritura Cinematográfica) desde 2014 (y de su Junta de 2015 a 2019), en los últimos años ha publicado críticas y ensayos cinematográficos, cubierto festivales, participado en programas radiofónicos especializados y colaborado en los libros 'Steampunk Cinema' (Ed. Tyrannosaurus Books, 2013), 'Miradas: 2002-2019' (Ed. Macnulti, 2019), 'El amor en 100 películas' (Ed. Arkadin, pdte. publicación) y 'David Fincher: autoría líquida' (Ed. MacNulti, pdte. publicación). Ahora, y tras cursar un Máster en Gestión Cultural (2016-2018, UOC)- y un Máster en Filosofía (2020-2022) para obtener una visión completamente holística y complementaria también a sus estudios de Ingeniería, amplía sus textos críticos más allá del cine, entrando también en la ficción, y quiere demostrar que "la" realidad no existe y es producto de nuestra imaginación.

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