The Miseducation of Cameron Post: de icebergs y farolillos. De villanos y princesas Disney.
“- Slave in the magic mirror, come from the farthest space, through wind and darkness I summon thee. Speak! Let me see thy face.
– What wouldst thou know, my Queen?
– Magic mirror on the wall, who is the fairest one of all?
– Famed is thy beauty, Majesty. But hold, a lovely maid I see. Rags cannot hide her gentle grace. Alas, she is more fair than thee.
– Alas for her! Reveal her name.
– Lips red as the rose. Hair black as ebony. Skin white as snow.
– Snow White!”
Blancanieves y los siete enanitos (Snow White and the Seven Dwarfs, David Hand, 1937)
En un plano aparentemente random de The Miseducation of Cameron Post, la directora decide detener la cámara en un farolillo colgado en el exterior de una de las cabañas de “la escuela”. De corte clásico, con pantallas opacas que dejan pasar una cálida iluminación… y una bombilla de bajo consumo que sobresale unos centímetros de la base de la lámpara, rompiendo completamente el ambiente que se pretende crear con su luz.
La brillante emisión, en su moderna presentación, quiere escapar de su opaco, y caduco, envoltorio.
Tradición vs. modernidad.
Opresión social vs. liberación individual.
La imagen también recuerda al iceberg del ejercicio que los adolescentes de la institución deben cumplimentar, ese que les debe hacer reflexionar sobre el porqué de su “desviación”.
Encontrar la causa para “curarse”.
¿Será la inseguridad? ¿La malinterpretación de algún signo familiar, o social? ¿La falta de fe?
Y la imagen puede leerse, además, como otro de los símbolos fálicos que aparecen en la película, otorgando omnipresencia a una mentalidad caduca muy ligada a la fe que quiere inculcarse en los adolescentes.
Fe y miedo. Miedo y dudas. Dudas… y pérdida de identidad.
Una pérdida que queda muy bien plasmada en un film que inicia su explicación/reivindicación con primerísimos planos de la protagonista (en su habitación, en el coche en el que está haciendo el amor con su compañera), combinados con otros primerísimos planos de objetos de su vida cotidiana (la esquina del espejo en el que se está mirando, preparándose antes de ser recogida por su novio para ir al baile del instituto) que, no obstante y debido a estos encuadres, se muestran, en primera instancia, irreconocibles.
Intimidad desubicada. ¿No es una posible definición para “adolescencia”?
Pero ser adolescente no tiene por qué responder a equívocos ni malinterpretaciones personales. A no saberse quién es uno mismo. Simplemente, se trata de una etapa en la que es imprescindible definirse como persona. Aferrarse a las propias convicciones, y ser coherente.
Es por eso que, en cuanto Cameron es descubierta como lesbiana y sus padres adoptivos deciden internarla en esa especie de reformatorio para homosexuales, los planos se abren: Cameron debe (re)encontrase. Y hacerlo en un entorno hostil, desconocido, y que quiere despojarla de una fuerte definición de su “yo” (uniformes, actividades programadas, control sobre correspondencia…). Así que la directora opta por situar a la protagonista en el centro de la pantalla, con la cámara sobrevolando el entorno (ella llegando a las instalaciones, ella corriendo, escapando de la red que siente comienza a atraparla…) y, por encima de todo, mostrándola ahora como parte de un todo en el que se le pide se difumine.
De los planos abiertos, a los acertados planos generales que impiden identificar fácilmente a la persona que está hablando.
La infundida confusión se comparte, se contagia, y se convierte en el leitmotiv de este pasaje de sus vidas.
Y a partir de la propia reflexión del individuo que es Cameron (y que comparten, en silencio, el resto de sus compañeros)… ella se dará cuenta de que no debe sentirse culpable: los planos vuelven a cerrarse, y no enfocando esquinas de objetos, ni trozos de su cara. Ella vuelve a convertirse en el centro de su propia vida, y así se potencia en el film: con una cámara que capta la expresión no verbal (de sorpresa, de desaprobación) que la actriz infunde excelentemente a su personaje.
Cameron coge fuerzas, se atreve a decir lo que piensa, se aleja del acallado “ok.” que había estado siendo su tarjeta de presentación, su respuesta a cada observada injusticia… y es capaz de llegar a una de las mejores conclusiones del film:
“No tenéis ni idea de lo que estáis haciendo”.
Y esta reflexión es la que nos aporta mejor información sobre las verdaderas intenciones de The Miseducation of Cameron Post.
Lo más interesante de The Miseducation of Cameron Post es lo que no se muestra: las intenciones, y sus motivos, de esa villana sacada de los cuentos de Disney, tal y como la califica uno de los jóvenes internos.
Psicóloga, hermana del otro responsable de la “congregación”, del que conocemos también sufrió “la enfermedad de la homosexualidad”, y que gracias a la fe consiguió “curarse”. Las apariciones de la doctora se enmarcan en un entorno de verdadero cuento: sus poses, sus rojos pero sobrios vestidos (un diablo que defiende la fe incondicional en Dios…), las miradas y secas entonaciones de la “malvada”, sus actos de aleccionamiento (la entrega del correo como acto de piedad, el pie sobre la espalda del chico que yace en el suelo intentando tranquilizarse)…. Si transformamos The Miseducation of Cameron Post en el relato de un cuento Disney, vemos que todas las piezas encajan, desde la que recrea el momento de encontrar el “objeto” que va a sufrir (una inocente niña que era feliz hasta que un fatídico incidente ajeno a su voluntad – su belleza, exterior e interior – la saca de su entorno conocido), hasta la de la malvada madrastra que se descubre ante todos como un fraude que proyecta en los demás sus propias frustraciones.
De esta manera, y como en cualquier cuento, todos los pasajes que transcurren dentro de la institución se antojan exagerados, sutilmente irreales.
No nos creemos el método, pero…
La película se antoja reflejo de toda una sociedad que repite sus propios errores, que basa su avance en la repetición, en la cultura del miedo. Y que se mantiene gracias a unos líderes que continúan transmitiendo un antiguo legado, sin saber muy bien por qué, pero con la convicción de que cualquier cambio nos llevará al desastre.
Mejor rezar que confiar.
Mejor creer que cuestionar.
Que el film se ubique temporalmente en 1993 tiene cierto sentido ( miedo al SIDA; el sexo, también heterosexual, como principal tabú social – ahora superado por la muerte)… pero no deja de ser una falacia. El cuento de Cameron está a punto de repetirse, si es que no lo lleva haciendo en bucle desde entonces. Desde antes. La sencillez de su propuesta formal es el reflejo de la sencillez con la que el ser humano es capaz de esconder sus propias opiniones. Y, en este punto, la mejor comparativa que me viene a la mente es esa gran escena de Donnie Darko revelándose en contra de la línea del Amor-Odio:
Se inaugura el Americana 2019. #feslindie.
TRAILER – The Miseducation of Cameron Post (Íd., Desiree Akhavan, 2018):