#Americana2019N6. Errores: de impaciencia y arrepentimiento
Wildlife (Íd., Paul Dano, USA, 2018, Tops)
Friday’s Child (Íd., A.J. Edwards, 2018, Next)
Una vida mejor. Sentirse amado. No saber cómo afrontar el día de mañana.
Una presión autoimpuesta nos empuja a correr hacia adelante, sin pensar en las consecuencias. Una presión que nos ciega, que nos impide razonar, que contagiamos a nuestro entorno. Una presión que, en demasiadas ocasiones, no desaparece.
Avanzar sin rumbo. No escuchar. Arrepentirse… demasiado tarde.
Nunca somos lo suficientemente mayores para aprender de nuestros errores, ni para cometer nuevos. Dos de los platos fuertes de Americana 2019 se centran en la tristeza y desazón en las que esos errores acaban por determinar nuestros años futuros. ¿Siempre para mal?
Wildlife
Años sesenta. Un hijo adolescente presencia cómo el matrimonio de sus padres pasa, de nuevo, por una crisis. Recién mudados al pueblo en el que habían depositado la ilusión de establecerse, la pérdida del empleo del padre le hace huir hacia los bosques, presentándose al trabajo de bombero. Su ausencia se convierte en una oportunidad para una madre desesperada por los cambios de rumbo a los que les somete el orgullo de su marido, decidiendo encontrar una salida: enamorar a uno de sus alumnos de clase de natación para que les ayude a salir del pueblo.
Paul Dano se estrena como director en esta adaptación literaria que inevitablemente nos lleva a la obra maestra que es Revolutionary Road (Íd., Sam Mendes, 2014), tanto por su ambientación como por las dudas de la pareja protagonista, dos inconscientes egoístas que crean castillos en el aire con sus esperanzas sin atender a la verdad que les rodea y sin contar nunca el uno con el otro. En este caso, la mirada de Dano se centra en la observación del hijo (Joe, que resulta actuar de forma mucho más madura que sus progenitores), y es así como compone sus planos: espiando desde detrás del marco de la puerta de su habitación a sus padres peleándose, o al amante de su madre; escuchando desde detrás de la puerta; mirando a través de una ventana…
Wildlife
La distancia se convierte en la aliada del espectador, en el regalo del director para evitarnos “proyecciones” en la madre o el padre que pudiesen hacernos más daño del deseado.
De esta forma, Wildlife se construye a base de alejar al espectador de las situaciones, al igual que hace Joe, para tomar distancia y mantener una mirada fría y analítica con respecto a las erróneas actuaciones que se van sucediendo. Una distancia que Dano rompe exclusivamente cuando resulta inevitable para el matrimonio tener que enfrentarse el uno al otro y, por tanto, cuando Joe debe tomar parte, aunque sea desde el silencio, de las decisiones. El director coloca entonces la cámara cerca de los padres, en temibles planos estáticos que potencian el amargo horror al que deben enfrentarse: ser conscientes de su propia situación.
Wildlife
A partir de esta decisión, Dano se centra en obtener las mejores interpretaciones de los tres actores principales en base a un guión firmado por él mismo y su pareja Zoe Kazan, y lo consigue con creces: Mulligan, en un papel difícil, por fin no parece continuamente sobreactuada; Gyllenhall, tan natural como siempre, pasa del eufórico, ambicioso y extrovertido padre al depresivo y huidizo hombre que necesita escapar, para volver con la serenidad del que, gracias al apoyo de su hijo, parece haber encontrado su sitio. Pero la gran sorpresa es la de Ed Oxenbould, que aporta la (inusual) madura solidez a un rol, el de un adolescente de catorce años, que debe mantenerse firme y fiel a sus propios valores y creencias, y que acaba dando una lección de perdón y ternura a unos padres (la aparente frialdad con la que Dano filma la escena de la fotografía es el gran broche que desata los aplausos del espectador).
Wildlife
Sencilla pero inquietante por la atemporalidad del tema que trata, Wildlife se erige como uno de los grandes films de esta edición. Pero pasamos a Friday’s Child, la personal Top 1 de este Americana 2019.
Friday’s Child
Mucho esperaba yo el nuevo trabajo de A.J. Edwards tras esa pequeña joya que es The Better Angels (Íd., 2014) que Americana Film Fest tuvo el acierto de traernos en su segunda edición. Cuatro años después, el director desembarca con un film alejado de la temática de aquella (un poético acercamiento a la infancia de Abraham Lincoln y al porqué del carácter que le hizo leyenda), pero conservando una mirada propia y única, cuya comparativa con Terrence Malick le hace ya un flaco favor.
Friday’s Child nos acompaña en el viaje sin retorno que emprende Richie, un joven huérfano que a sus dieciocho años debe iniciar el duro camino de la emancipación. Richie es un bien chico: buscará trabajo, alquilará una vivienda e intentará sobrevivir cumpliendo las normas sociales. Pero hay muy pocas oportunidades, y las que hay no dan para ser honrado. Un fatídico error, presenciado por otro joven sin hogar que se aprovechará de la situación, hará que el joven se debata entre salir huyendo, esconder el accidente, o declararse culpable.
Edwards opta por la simetría de unos planos confinados durante gran parte del film en un formato 4:3 que intensifican la opresión a la que se (auto)somete el protagonista, aderezada además por una intimidación conseguida gracias a objetivos que fuerzan y distorsionan las imágenes. Primerísimos planos con amplia profundidad de campo otorgan al espectador una mirada perturbadora pero a la vez íntima; la división del plano con claroscuros que permiten dejar la imagen a dos tercios, e incluso un tercio de su capacidad total de pantalla, se utiliza para profundizar en la soledad que siente Richie, o en cómo consigue que su mundo se limite al aquí y ahora (en su piso, abrazado a su “novia”…), por propia voluntad pero también porque es incapaz de saber qué le depara el destino… hasta que no decida qué hacer con el error cometido.
Friday’s Child
Y cuando lo decide, cuando es consciente de las consecuencias de sus actos, cuando la verdad autoescondida le cae como una losa…. El plano se abre en una secuencia hipnótica, irreal, bañada con los colores del bien y del mal, que le muestran el camino a seguir. Un camino ya intuido en esa ensoñación, en esa imagen mental en la que se ubica al otro lado del de su amada….
La decisión no es sencilla, y tampoco sus consecuencias. El plano vuelve a cerrarse, porque devuelve a Richie a un estado en el que desconoce qué pasará. Pero los simétricos encuadres se relajan, dejan pasar mucha más luz… la pesadumbre, la culpa, ha desaparecido. Y sólo hace falta confiar en sí mismo.
Friday’s Child consigue atrapar a un atónito espectador que sufre con su protagonista, aunque no le defiende. Que se alegra de sus decisiones, aunque en el fondo le gustaría que no se confirmasen. Que disfruta del realismo de la situación (incluso se incluyen algunas entrevistas a otros jóvenes que parecen más documental que ficción), pero que sabe apreciar las exageradas secuencias que dan sentido al “yo” interior de Richie (la escapada con su drogadicto amigo, el “cuento” que es acompañar a su “novia” la fiesta de fin de año”…). Que aprecia, en definitiva, que se le acerque, con un ejemplo extremo, a la realidad de unos adolescentes que deben madurar demasiado rápido con un formato distinto pero efectivo, acompañado además de una chirriante banda sonora firmada por Colin Stetson, que cala en los oídos, en los huesos, del que observa el trágico devenir de un chico que ha cometido, comenzando por su propio juicio, un imperdonable error.
TRAILER – Wildlife (Íd., Paul Dano, 2018):
TRAILER – Friday’s Child (Íd., A.J. Edwards, 2018):