#Americana2017N4. Crisis: económica, de identidad, de edad, de amistad. De vida, y aceptación.
Beach Rats (Íd., Eliza Hittman, USA, 2017, Tops)
Don’t Think Twice (Íd., Mike Birbiglia, USA, 2016, Next)
Llega un momento en la vida en el que uno se autoanaliza. Con suerte es por voluntad propia, pero normalmente tiene que ver con un suceso, o con ser consciente de una nueva forma de pensar (tener nuevos gustos, nuevos valores). El autoanálisis se inicia, sencillamente, porque ya no te sientes identificado con tu entorno. Y entonces te planteas: ¿por qué ya no estoy a gusto con esta gente? ¿Por qué ya no estoy a gusto conmigo mismo?
Tengo que cambiar. Tengo que madurar. Tengo que avanzar.
Beach Rats y Don’t Think Twice son films muy distintos entre ellos, pero que comparten esta necesidad de avanzar… en momentos muy distintos de la vida.
El Frank de Beach Rats es un adolescente perdido en su propia coraza. Guapo, musculoso, adorado por las jóvenes, envidiado por sus amigos. Y gay. O no.
Beach Rats
El acierto de Beach Rats es presentar en primer lugar al Frank íntimo, en la oscuridad de su habitación e iluminado por la luz de una pantalla de ordenador que rápidamente desvela, no la crisis, sino el hecho, la base de todo. Vemos a un chico que sabe lo que no quiere (pasa rápidamente los chats de hombres que no muestran su cara y aparecen directamente con el torso desnudo, y en cambio se para a hablar con los que mantienen una actitud más normal ante la webcam – sentados, y ya está-, y, sobre todo, importante, que sean algo más mayores). Es posteriormente que integraremos esa intimidad con la coraza social de su entorno adolescente: amigos ya no heterosexuales, sino homófobos. Amigas que quieren ser algo más. Y una imagen que no quiere, o sabe, perder…
… aunque la cuestiona. Y ese es otro acierto del film: incluir los, para unos, distendidos diálogos, pero tensos para el protagonista, en los que éste sugiere la posibilidad de acostarse con personas del mismo sexo. Frank tantea el terreno, de la forma más natural que puede (un muy buen trabajo del actor, hay que decirlo), sin saber muy bien la respuesta que quiere obtener. Y la cámara fluye alrededor de todos ellos, como testigo objetivo para mostrar, o recordar, al espectador lo que significa ser adolescente, y no encajar.
A parte de esto la película no deja de ser otro testimonio sobre la búsqueda de identidad en los confusos años de la adolescencia que han proliferado en los últimos años. Pero es bien cierto que la forma de abordarla destaca, manteniendo atento al espectador al menos durante los treinta primeros minutos del metraje. Luego, lamentablemente, la propuesta se convierte en un ir y venir que plantea exactamente las mismas dudas, en bucle. Para algunos supondrá el símbolo, en imágenes, de ese laberinto mental. Otros, en cambio, preferirán la metáfora de los fuegos artificiales utilizada en momentos clave del film: son espectaculares, pero siempre son iguales. Y repetitivos. Quizá mejor desaparecer. Humo. Fundido a negro.
Y que cada cual piense lo que quiera.
Don’t Think Twice
La crisis de los treinta y largos que se muestra en Don’t Think Twice no es tan personal, como social. Y es que en estas últimas décadas el paso a la madurez está claramente más identificado en esta edad que en anteriores: vivir con los padres, vivir en apartamentos compartidos, tener trabajos por horas y con contratos basura… La juventud se alarga, para bien y para mal, hasta los cuarenta, y muchos hemos aprendido a sobrevivir a todo esto teniendo, al menos, un hobby “casi” profesionalizado (“casi”, así entre comillas… porque lo único que falta, simplemente, es eso tan sobrevalorado por algunos políticos, e incluso por nuestro entorno más allegado: cobrar).
Igual que los protagonistas del film.
Pero el problema principal es que el autoanálisis, en ese momento de tu vida, ya no puede dar los frutos esperados. Porque hay menos tiempo de reacción.
Y hay que improvisar.
La improvisación sobre el escenario. Actores que sirven para todo, que tienen respuesta para todo, y en el momento adecuado… alegoría de la vida que ahora muchos estamos llevando.
Así que no nos sorprende que se trate de una comedia amarga, muy amarga. Que veamos reflejados en la pantalla, de forma tan natural, situaciones y sentimientos por los que todos hemos pasado: la mezcla de rabia y alegría por ver cómo un amigo triunfa en lo que a ti te gustaría; el miedo a saber si lo harás bien o no; la tristeza de saber que nada volverá a ser como antes, que se van a perder vínculos por el camino; la obligación de mirarse al espejo, y ser sincero con uno mismo… El film avanza comenzando como un homenaje a la improvisación teatral, para ir calando poco a poco en el espectador su verdadero mensaje. Un mensaje que, a medida que se clarifica, se muestra ante la cámara mucho más convencional en cuanto a su registro, haciendo perder fuerza al buen arranque pero convergiendo hacia la búsqueda de un público mucho menos exigente (la aparición de Ben Stiller es el claro punto de inflexión) que seguramente encontrará en su final una buena solución a sus incipientes preguntas.
A su incipiente crisis.
TRAILER – Beach Rats:
TRAILER: Don’t Think Twice: