Tata Mala

“Vayas donde vayas

Digas lo que digas

Siempre serás uno de nosotros”

Extracto de una canción de Enric Montefusco compuesta para Tata Mala

 

 

Catarsis colectiva: todos somos Tata Mala

 

Conectar con la infancia. Con la preadolescencia. Con sus más… y sus menos. Conectar con una ideología que se ha quedado, encallada, en tu inconsciente más profundo. Esa de la que sigues bebiendo porque está arraigada al yo que te inculcaron desde pequeño, al yo que ahora eres. Conectar también con esos momentos, nítidos, concretos, que te hicieron madurar e intentar correr hacia el lado contrario a todas esas creencias que para tu entorno, tu familia, han sido siempre irrefutables.

“Siempre serás uno de nosotros”, reza Montefusco en una de las canciones que más nos llegan de todo el espectáculo. Porque es de esas, a las que ya nos tiene acostumbrados Enric, en las que la letra potencia su protagonismo al ser perfectamente acompañadas por una música que se fusiona con su significado… Y no puedes quitártela de la cabeza, ni horas después de haberla escuchado pro primera vez. Y sí, en el caso de la que nos ocupa, te hiela la sangre, porque por un lado no quieres estar de acuerdo, y, por otro, te sientes orgulloso de decir abiertamente de dónde vienes, y quién te crió.

 

Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB) 07-07-2016

 

Y es que, queramos o no, nuestros recuerdos, nuestra vida, está cimentada sobre las costumbres de una sociedad patriarcal, machista, católica y endogámica. Una premisa, ese “nosotros” histórico tan difícil de cambiar, que impregna los textos de Diana Bandín.

Los textos, al igual que la música compuesta para ellos, son sencillos: Diana/nosotros en las fiestas del pueblo; Diana/nosotros en la Iglesia; Diana/nosotros con los primos; Diana/nosotros en el cementerio; Diana/nosotros en casa, enfrentándonos por primera vez a nuestros padres…. Hechos a priori aislados que, siendo enlazados durante poco más de hora y media, adquieren el sentido de toda una vida, y las decisiones que han hecho que Diana/nosotros sea/seamos así. Aquí y ahora.

Conectamos, es inevitable. Pero estos pasajes, además, se recitan en un ambiente tan íntimo, y a la vez tan perturbador, que se entremezclan en nuestra mente igual que los oscuros dibujos que van llenando el suelo del teatro del CCCB. Dibujos de colores, sí. Pero oscuros…


La magia de Tata Mala reside en la sintonía de la conjunción letra/música/escenificación. La sencillez del planteamiento toma el poder para generar la catarsis anunciada: focos que iluminan al narrador; Falcons representando la simbología de cada una de las palabras, de cada uno de los pasajes, participando también como actores con el fin de integrar todo el espectáculo; la decisión de que los recuerdos de Diana no los recite exclusivamente una actriz, sino también actores… Al fin y al cabo, sus experiencias las hemos tenido, o podemos empatizar con ellas, cada uno de nosotros. Seamos hombre, o mujer.


Así que Tata Mala nos envuelve, nos apresa. No hace llorar, sonreír y reír. Porque nos muestra los lazos que unen a toda una generación que ha/hemos perdido un poco el norte, mostrándonos de dónde vienen nuestras inquietudes actuales, sin permitirnos deshacernos de ellas pero tampoco sucumbiendo al pasado. El “ayer” está ahí, y somos quienes somos, y no debemos olvidarlo nunca, gracias a todos los que lo hicieron posible, una generación educada en la represión emocional, e incluso social. El guión de Tata Mala nos recuerda por qué debemos luchar. Su música nos graba las frases, muchas ya oídas, que debemos repetirnos para seguir luchando. Y su puesta en escena convierte en inolvidables aquellos momentos de antes, de ahora… y del mañana.

 

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Apasionada del cine y en especial del subgénero de viajes en el tiempo, estudia un Máster en crítica cinematográfica (2008-2009) y se convierte en redactora en El Espectador Imaginario hasta 2011, año en el que cofunda Cine Divergente. Redactora en Miradas de cine desde 2013 y cocoordinadora de su sección de Actualidad desde 2016, además de ser miembro de la ACCEC (Asociación Catalana de la Crítica y Escritura Cinematográfica) desde 2014 (y de su Junta de 2015 a 2019), en los últimos años ha publicado críticas y ensayos cinematográficos, cubierto festivales, participado en programas radiofónicos especializados y colaborado en los libros 'Steampunk Cinema' (Ed. Tyrannosaurus Books, 2013), 'Miradas: 2002-2019' (Ed. Macnulti, 2019), 'El amor en 100 películas' (Ed. Arkadin, pdte. publicación) y 'David Fincher: autoría líquida' (Ed. MacNulti, pdte. publicación). Ahora, y tras cursar un Máster en Gestión Cultural (2016-2018, UOC)- y un Máster en Filosofía (2020-2022) para obtener una visión completamente holística y complementaria también a sus estudios de Ingeniería, amplía sus textos críticos más allá del cine, entrando también en la ficción, y quiere demostrar que "la" realidad no existe y es producto de nuestra imaginación.

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