Hoy me he asomado por la ventana y me he visto persiguiendo el pasado mientras huía del futuro. Durante unos segundos he parado mi carrera en mitad de la calle y me he encogido de hombros, avergonzado ante mi propia mirada.
Inundado de voraz ansiedad, sobrevolé las escaleras hacia mi reencuentro, pero cuando llegué ya no estaba allí. La ventana carecía de mi silueta. Miré hacia la izquierda, miré hacia la derecha, miré hacia… Pero no.
¿Qué había sido de mí? Me preocupé. ¿Cómo reencontrarme? ¿Sentiría yo esa misma necesidad?
Atormentado por mi fuga, abandono mi piso y acudo a la posición inicial en un intento de volverme a encuadrar en los sonidos del paisaje.
El futuro impasible me ha arrancado de mis manos, dejando al pretérito esquivo escapar a sus anchas, risueño, malicioso, diluido en la memoria que esporádicamente se flagela con el podría haber hecho, podría haber sido…
Pasadas unas briznas de tiempo, mi enajenación mental transitoria se diluye ante el imperativo categórico de la realidad, con su siempre vigente presente, perceptiblemente localizable, azarosamente cotidiano, colmado de sinergias existenciales.
Me reconozco tranquilo, ordeno mis cosas, aseo mi perfil. Mi mente está en su sitio, todo tiene sentido, respiro aliviado.
Continúo con lo mío.
Hasta la próxima velada.
** Ilustración de portada: William Bain (2009)